¡Madre mía, qué presunción de
bondad!, ¿Pero no quedó claro que Jesús vino por nuestras imperfecciones y maldades?
Pues parece que muchos no se enteran.
La condición de humano te
hace constante vulnerable al mal: No tan bueno, no tan humilde, no tan piadoso,
no tan caritativo, no tan comprensivo, no tan hermano de tu hermano y tienes
millones de hermanos. ¿Rezar por los que se pueden condenar?, o pensar ¡Ojalá les
caiga encima!... En fin, pecadores en cuanto nos levantamos de la cama.
Yo, es que no doy una... Y
mirad que lo intento, pero me falta un montón para parecerme a como Dios me
pide; por eso voy a misa, por eso me confieso con frecuencia, por eso pido que
el Evangelio inunde mi pensamiento.
Y veo un atisbo de cambio -al
final del túnel ¡claro! - sobre mi actitud ante los locos de este mundo. No
rezamos para que no hagan el mal, sino por los que lo sufren y así nos va,
sufre que te sufre.
Mejor sería pedir por ellos y
¡Cuántos males se eliminarían!
No, no somos geniales...
Emma Díez Lobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario