domingo, 27 de julio de 2014

Al gusto de Dios





¡Hola Miguel!. Hará unos quince días, recibí un Wasaps tuyo con un paisaje deleitoso, donde surgía desde el mar un edificio placentero, informándonos  que desde allí no tenías cobertura para tus envíos diarios “La luz de la mañana”.


He estado pensando y especulando, pero es tanta la curiosidad que no tengo más remedio que preguntarte, si es posible la respuesta:

¿Dónde has estado?

No me corresponde a mí otra cosa, de acuerdo a lo que me preguntas, sino ser sincero: fertilizándome.

¤ Me explico:

Necesitaba solearme, madurar la Palabra, volver a las aguas borboteantes, vivir de cara al corazón, ignorar el tiempo, la prisa y la cobertura telefónica, recoger las velas de mi barca, volver a florecer, caminar por los senderos del Evangelio, buscar nuevas rosas para mis manos, desnudar mis ojos para ir al encuentro del Señor, dosis de aire limpio, engarzar las notas de mi canción olvidada, dar nuevo aliento a mi vida, enraizarme en rescoldos de vida perdurable, ser presto en perdonar, y luego coger la cosecha, crecer en los brazos de Jesús, buscar agua para mi sed, es decir : estar al gusto de Dios.

¤ Ahora te cuento:

Por cuanto antecede has percibido que he estado con Dios.

¤ Te informo con quienes he convivido:

Con el regalo maravilloso que nos ofrece Dios en la persona del sacerdote el Padre Antonio  y en las manos  de grandiosas mujeres y hombres, que son  el código de la amabilidad. ¡Qué grandeza de ánimo, de entrega sin reservas, de nobles deseos de servir, bondadosos, comprensivos, el detalle, el gesto, ofreciendo soluciones, ligeros de equipaje - aunque con maletones de ropa-, las manos llenas y la frente de cristal, para leer sus puros pensamientos. Personas con vida y  audaces  dispuestas a caminar junto a Dios sin abandonar la senda.
“ La gloria de Dios es el hombre viviente” (San Irineo)

¤ Pero sería incompleta mi respuesta, si no te narrara mi experiencia, que sirve de invitación, para que el próximo año “cruzando el charco”, nos acompañes.

¤ Tema a tratar: JOB.
¤ Reflexión: Señor yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis                     ojos. ( Job 42: 5)

¤ He aquí mi meditación:

Job ¿dónde está mi Padre?. Job, se asoma a su alma para ver el rostro de Dios, y lo que  encuentra es  el suyo.  ¡Anda!, que coincidencia le pasó como a mí yo que estoy en este fantástico viaje de encuentro con el Señor, me ha llegado en muchas ocasiones el sentirme tal cual el siervo de Dios Job, como un vendaval que pasa por las eras, y levanta torbellinos de polvo y pasa por los huertos floridos, y lleva nubes de perfumes.

Llegué y me puse a remojo en Dios y a expresar gratitud. He pasado durante ocho días por desierto, silencio, siembra, grano, espiga, cosecha, horas serenas, las mejores sonrisas, profundas meditaciones, tarea compartida, latidos del corazón, dolor en las piernas y columna y sufrimiento callado, recé, recé y recé hasta llegar a escuchar lo que Dios quería decirme.

He acogido la Palabra divina en mi corazón y entendimiento, con esperanza documentada y bien empapada.

He escuchado y saboreado la Palabra como una llamada personal de Dios,¡ qué bien habla el Director espiritual ! ¡uf, perdón!, ¡qué bien habla Dios en boca del Director espiritual ¡, también por la mía, pero esta flaquea, es  pobre y titubeante.

Himnos y cantos litúrgicos de oración, gloria y acción de gracias, cultivando ilusiones  de altura y un adolescente, recibiendo por primera vez el Cuerpo de Cristo,  confirmando que solo Dios da sentido a nuestra vida.

Busqué a Dios y lo he encontrado, porque Él da siempre los primeros pasos. Me da la impresión de que estoy echando nuevas raíces en Dios y que mi alma  enamorada va buscando su ternura  y sus huellas y que ya empiezo a rebosar de alegría gloriosa, manantial de aguas vivas,  que tienen voz.

Este encuentro con el Señor  ayudará a cambiar más mi vida y convertirla en más humana, ahora debo rezar más y mejor, con amor humilde y delicado. Jesús es mi Maestro en los caminos y en los atrios del templo, en el lago y en la montaña, y me enseña a descubrir el sufrimiento. No es el sufrir, sino la manera de sufrir lo que dignifica al hombre. Sigue Señor haciéndome fuerte cuando soy débil.

“Rocíame con el hisopo, quedaré limpio. Lávame, quedaré más blanco que la nieve. Oh Dios, crea en mí un corazón puro (Sal 50, 9,12). Dame, Señor, un corazón puro, limpio, nuevo, grande, generoso, bueno, ilimitadamente bueno. Manso y humilde como el tuyo.

He sigo ungido y apoyado por la gracia divina y me has enseñado a distinguir el sí de la aceptación y el sí de la ejecución. Ahora me toca practicar más para crecer más.
Gracias Señor, ahora te conozco más y  mis ojos te verán con más frecuencia.

Espero y deseo, querido amigo, que este pequeño y sencillo testimonio se haga una realidad  espiritual en ti.


Miguel Iborra


1 comentario:

  1. Miguel: como siempre tus palabras rezuman amor hacia Dios, y te dejas llevar por esa espiritualidad de bondad que reflejas en tus escritos llenos de sabiduría que brotan de tu limpio corazón.

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