Jesús nos está avisando de que hay que tener un corazón tan
retorcido como necio, como para hipotecar nuestra vida, con sus obras, por
aspirar a una gloria que cabe en nuestras manos y que el tiempo diluye como un
azucarillo en un vaso de agua (Mt 23,1-7).
Tengamos también en cuenta la de
veces que Jesús bendice las obras de sus verdaderos discípulos, por ejemplo, en
(Lc 12,36-38). Los que crecen día a día como Discípulos de Jesús,
es porque han dejado que Él escribiese en sus corazones su
Evangelio, como profetizó Jeremías (Jr 31,33). Saben entonces que dan el fruto
agradable a Dios, gracias a Él (Os 14,9).
Libres así de toda "instrucción
del demonio" pueden proclamar exultantes como San Pablo: "Soy el
último de los apóstoles, indigno del título de apóstol..., pero por la Gracia
de Dios soy lo que soy y su Gracia no ha sido estéril en mi" (1 Co
15,9-10a).
Por eso proclaman con la esposa del Cantar de los Cantares: "Para ti son mis frutos, Señor"(Ct 7,14).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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