viernes, 3 de octubre de 2025

Partiendo la Palabra (Lc 17,5-10) Dom XXVII T.O. "Para ti son mis frutos, Señor "

 


 Nos resulta incómodo que Jesús diga hoy a sus discípulos, después de haber hecho lo que tenían que hacer, que son   siervos inútiles. Jesús sabe muy bien lo que dice, pues desea preservarnos de la vanidad de nuestras obras. Vanidad propia del fariseísmo; lepra que pudre el alma. Los fariseos de todos los tiempos, creen que hacen y hacen por Dios; sin embargo, buscan con ello su propia gloria, no la de Dios. (Mt 4,8).

  Jesús nos está avisando de que hay que tener un corazón tan retorcido como necio, como para hipotecar nuestra vida, con sus obras, por aspirar a una gloria que cabe en nuestras manos y que el tiempo diluye como un azucarillo en un vaso de agua (Mt 23,1-7).

 Tengamos también en cuenta la de veces que Jesús bendice las obras de sus verdaderos discípulos, por ejemplo, en (Lc 12,36-38).  Los que crecen  día a día como Discípulos de Jesús, es porque han dejado que Él escribiese   en sus corazones su Evangelio, como profetizó Jeremías (Jr 31,33). Saben entonces que dan el fruto agradable a Dios, gracias a Él (Os 14,9).

 Libres así de toda "instrucción del demonio" pueden proclamar exultantes como San Pablo: "Soy el último de los apóstoles, indigno del título de apóstol..., pero por la Gracia de Dios soy lo que soy y su Gracia no ha sido estéril en mi" (1 Co 15,9-10a).

 Por eso proclaman con la esposa del Cantar de los Cantares: "Para ti son mis frutos, Señor"(Ct 7,14).

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com

 

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