sábado, 25 de octubre de 2025

Partiendo la Palabra (Lc 18,9-14) Dm XXX T.O. La soberbia encadena el perdón de Dios.

 

 

 Un fariseo y un publicano van al Templo a orar. El fariseo, "lee la cartilla" a Dios diciéndole lo bueno e intachable que es, como Pablo antes de su conversión (Flp 3,6). De la cloaca de su boca solo salió..."Vanidad de vanidades" (Qo 1,2). Así rezó a Dios: Rezo, ayuno, doy limosna...y remató su estupidez, despreciando al publicano que estaba detrás suya, diciendo despectivamente: ¡No soy como él! 

Jesús podría haber dicho: ¡Ojalá fueras como él! Y es que, el publicano golpeándose el pecho, apenas decía: Señor, ten piedad de mí que soy pecador.  ¡Que grande fue este hombre a los ojos de Dios; tanto que hasta le robó el corazón!

 No os asustéis; el publicano inició su oración, igual que la inició David después de su adulterio y asesinato: "Ten piedad de mí Señor por tu inmenso amor...limpia mis pecados... (Sl 51,3-4) Dios dijo respecto a David: " He encontrado en David a un hombre según mi corazón..." (Hc 13,22) Lo dijo porque a pesar de sus caídas, sabía que se iba a dejar limpiar y reconstruir por Él. El publicano salió del Templo, justificado; es decir: "ajustado a Dios".

 ¿Aprenderemos a permitir a Dios, que trabaje en nosotros con sus Palabras de Vida?

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario