martes, 24 de octubre de 2017

Todos iguales, pero…

                                                   

     
Fijábame yo en mi prójimo y ¡mira por donde! que era igual que yo, diferente en tonteras: Altura, género, anchura, color, dinero… Estupideces varias sin importancia, pero igual que yo.

¿Sabéis dónde encontré la diferencia? En que yo les miraba y ellos no, yo no interesaba a nadie y tampoco se interesaban entre ellos; diréis ¡normal! si no se conocen… Cada cual como si el mundo acabara en su propio aura.

¡Jope! Me dije, vaya humanidad “sin prójimo” atestada de prójimos…

¡Pues a mí me daba igual no conocerles! Eran ellos, mi gente, compartiendo conmigo este mundo redondo con un mismo corazón, que sufre, que ríe, que se desespera, que duda, que no ve la luz, que es feliz…

Sentí sus almas agarradas a la tierra de una manera feroz como si la muerte no anduviera por allí… “Ella” anda por cualquier lado esperando tu alma para ser entregada a… Me acongojé de sus miedos íntimos borrados del todo a la luz del sol; no ocurriría nada ¡por favor!, eso no entra en sus planes… No, es posible que no, pero… ¿Estarán con Dios?, ¿Le habrán dado la espalda?

Me dije, seguro que rezan para que todo les salga bien, o tal vez ni siquiera rezan y precisamente no somos del grupo de los “justos”. Me preocupan como me preocupo de mí.

Me fui a casa y me puse a escribir preguntándome si en la más dura tribulación, alguno de ellos dejaría las cosas en manos de Dios diciendo: “Que sea tu voluntad y no la mía”, Tú eres todo para mí.

En fin, lo que quería decir es que ellos me interesan.


Emma Díez Lobo

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