Fijábame yo en mi prójimo y ¡mira por
donde! que era igual que yo, diferente en tonteras: Altura, género, anchura,
color, dinero… Estupideces varias sin importancia, pero igual que yo.
¿Sabéis dónde encontré la diferencia?
En que yo les miraba y ellos no, yo no interesaba a nadie y tampoco se
interesaban entre ellos; diréis ¡normal! si no se conocen… Cada cual como si el
mundo acabara en su propio aura.
¡Jope! Me dije, vaya humanidad “sin
prójimo” atestada de prójimos…
¡Pues a mí me daba igual no conocerles!
Eran ellos, mi gente, compartiendo conmigo este mundo redondo con un mismo
corazón, que sufre, que ríe, que se desespera, que duda, que no ve la luz, que
es feliz…
Sentí sus almas agarradas a la tierra
de una manera feroz como si la muerte no anduviera por allí… “Ella” anda por
cualquier lado esperando tu alma para ser entregada a… Me acongojé de sus
miedos íntimos borrados del todo a la luz del sol; no ocurriría nada ¡por
favor!, eso no entra en sus planes… No, es posible que no, pero… ¿Estarán con
Dios?, ¿Le habrán dado la espalda?
Me dije, seguro que rezan para que todo
les salga bien, o tal vez ni siquiera rezan y precisamente no somos del grupo
de los “justos”. Me preocupan como me preocupo de mí.
Me fui a casa y me puse a escribir
preguntándome si en la más dura tribulación, alguno de ellos dejaría las cosas
en manos de Dios diciendo: “Que sea tu voluntad y no la mía”, Tú
eres todo para mí.
En fin, lo que quería decir es que
ellos me interesan.
Emma
Díez Lobo
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