«La
misericordia y la verdad se
encontrarán, la justicia y la paz se besarán; la verdad brotará de la tierra, y
la justicia mirará desde el cielo; el Señor nos dará la lluvia, y nuestra
tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus
pasos» (Sal 85,11-14).
San Agustín explica así el cumplimiento de esta promesa: «En la fiesta de Navidad celebramos el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer. La Verdad a la que no le basta el cielo ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿Para qué vino alguien tan grande con tanta humildad? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».
San Agustín explica así el cumplimiento de esta promesa: «En la fiesta de Navidad celebramos el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer. La Verdad a la que no le basta el cielo ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿Para qué vino alguien tan grande con tanta humildad? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».
«A condición de que creamos». Esta observación es importantísima.
Dios ya lo ha hecho todo por nosotros: nos ha enviado a su Hijo eterno como
salvador nuestro, ya que «viene a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc
19,10), pero a mí en concreto no puede salvarme si yo no se lo permito, ya que
él respeta mi libertad.
En
Cristo, ya se han besado la justicia y la paz, la verdad ya ha
brotado de la tierra y la justicia ya nos ha mirado desde el cielo, la
salvación ya nos ha sido otorgada y ya hemos sido bendecidos con la paz.
A cada uno de nosotros le corresponde ahora acoger personalmente a Cristo y colaborar con él para establecer en el mundo la justicia, la paz y la salvación que él nos ha regalado en su nacimiento.
Ser colaboradores suyos es una gran dignidad y una gran responsabilidad.
¡Feliz
Navidad!
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