sábado, 21 de diciembre de 2019

María, modelo de maternidad Virginal




Hay dichos populares que encierran buena carga teológica, como la expresión Felices Pascuas (en plural) para felicitar la Navidad. Realmente Pascua es solo la celebración de la resurrección de Jesús, pero también se aplica este nombre a su nacimiento. Es que para los cristianos la celebración de la Navidad solo tiene sentido a la luz de la Pascua de Resurrección. En ella el niño que nació en Belén llegó a su meta y ahora es el Señor resucitado, que está presente como salvador en toda la historia, especialmente en su Iglesia: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt 28,20). Celebrar Navidad es tomar conciencia del comienzo de esta presencia dinámica de Jesús en medio de nosotros como salvador. Por ello esta celebración es también Pascua. En ella los cristianos tenemos la tarea de hacer realidad esta presencia dinámica con la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida y en la de los demás.

        En este contexto la Iglesia nos recuerda hoy la maternidad virginal de María como modelo de la maternidad de la Iglesia y de cada cristiano. Las tres lecturas hablan del nacimiento virginal de Jesús, hijo de Dios y descendiente de David. En la segunda  lectura Pablo habla de Jesús, hijo de Dios e hijo de David. El Evangelio, por su parte, nos dice cómo es hijo de David, recordando la anunciación a José, en la que el ángel anuncia a José que su esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo, pero que él tiene la misión de darle su apellido y hacer de padre legal, con lo que Jesús será legalmente hijo de David, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista además ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías, que se recuerda en la primera lectura,  en que Isaías anunciaba al rey Acaz que su joven mujer  había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la amenazada dinastía de David y de esta forma seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mateo  reinterpreta el oráculo a la luz de la revelación cristiana que conocía la concepción virginal de Jesús.

        Hoy día hay en ciertos sectores cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de Jesús, sin tener en cuenta que el dato está presente en el NT y en las confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben  a varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio. Es verdad que la sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen y se hizo hombre.

        En cuanto al sentido de la virginidad en este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la fecundidad, por ello la virginidad es una pobreza, una desgracia. En este momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús solo por obra del Espíritu Santo. Después vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.

        María, virgen-pobre, es modelo de la Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios pobres, nuestra palabra, oración y ejemplo. En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.
                En la Eucaristía Jesús sigue siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.  

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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