PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del profeta
Isaías 35,1-6a.10: Dios vendrá y nos
salvará
SALMO
145, 6c-7.8-9a.9bc-10: Ven, Señor, a salvarnos
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la carta del apóstol Santiago
5,7-10: Manteneos firmes porque la venida
del Señor está cerca.
EVANGELIO:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?
La esperanza cristiana pasa
a través de las esperanzas humanas
La esperanza cristiana es un don de
Dios, que hemos recibido gratuitamente, igual que la fe y la caridad. Hemos de
pedir humildemente la gracia de permanecer y crecer en ella, afrontando todas
las dificultades.
Una causa de dificultades suelen ser las
esperanzas humanas que nos acucian con sus agobios. Realmente cuando una persona está agobiada
por problemas inmediatos de subsistencia (trabajo, casa, alimentación,
salud...) no está en condiciones de oír hablar de esperanzas en un futuro
cielo, que aparentemente no le
solucionan nada de su problema presente.
Incluso se ha acusado a la religión de alienante, opio del pueblo,
porque adormece a las personas, haciéndoles olvidar las opresiones y sufrimientos del presente en
aras de un hipotético cielo. La acusación descansa en una visión falsa de la
obra de Jesús y del cristianismo. Es verdad que se pueden dar personas que
actúen de esta manera, pero realmente están equivocadas, pues la esperanza
cristiana pasa a través de las esperanzas humanas. Son inseparables.
Las lecturas de hoy nos lo recuerdan: el
profeta Isaías con ricas imágenes (el desierto florecerá, el débil se
fortalecerá...) recuerda el futuro de
felicidad que Dios nos ha prometido (primera lectura), futuro que ya debe tener su eco en nuestro mundo
haciendo justicia a los oprimidos, dando pan a los
hambrientos, liberando a los cautivos, dando vista a los cielos... (Salmo
responsorial). Es lo que hace Jesús, que
se acredita como el Mesías prometido porque ya ha comenzado a realizar
estos signos, garantía de la plenitud que ciertamente llegará (Evangelio) y
hemos de esperar con paciencia (segunda lectura). El que espera con certeza,
tiene paciencia hasta que todo se cumple.
Alcanzaremos la meta de la esperanza
cristiana, el cielo, en la medida en que nos dediquemos a satisfacer las
esperanzas humanas de nuestro prójimo. La explicación es sencilla. La meta de
la esperanza cristiana es ver a Dios, unión íntima con Dios amor, y esto
implica una vida en amor creciente, que se traduce en amor concreto con las
personas que nos rodean y en vivir como fermento de justicia en la sociedad en
la que estamos insertos, comprometiéndonos en conseguir un mundo más justo, que
ofrezca esperanzas a todos los hombres, especialmente a los pobres. El
cristiano tiene que acreditar su condición siendo instrumento de Dios para
colmar las esperanzas humanas de los que lo rodean. No podrá resolverlo todo,
pero tiene obligación de hacer todo lo que pueda. Al final seremos juzgados de
amor.
Por otra parte, la esperanza cristiana
ayuda a purificar y relativizar las esperanzas humanas. Ayuda a purificar,
cuando nos hace ver que algunas son falsas, como las promesas de felicidad en
el dinero, en el sexo, en el prestigio... Igualmente ayuda a reconocer que
todas las esperanzas humanas son limitadas y no tienen capacidad para llenar la
vida de la persona. Los cristianos debemos repasar de vez en cuando el examen
que hace el libro del Eclesiastés de todas las felicidades humanas cuando se
absolutizan y exclamar: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
La esperanza cristiana en una felicidad
total en la comunión plena con Dios amor es la única que puede dar sentido a
nuestra vida, porque llena el corazón humano, creado para lo infinito, y es
para siempre.
En la Eucaristía Jesús sigue alimentando
nuestra esperanza en un final de plena felicidad y para ellos nos capacita para
ser instrumentos de esperanza para tantas personas que a nuestro alrededor
sufren agobiadas pos sus problemas. Así realizaremos los signos de la presencia del Reino,
continuando la obra de Jesús.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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