"La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14).
Considerando las muchas veces que encontramos
la Ternura de Dios en el Antiguo Testamento y a la luz del espíritu de la
Navidad, podemos transcribir la cita anterior de esta forma. La Ternura de Dios
se hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Cuántas veces vemos esta Ternura en los
gestos y actitudes del Hijo de Dios!. Recordemos por ejemplo cuando traspasó con su
mirada amorosa el corazón de aquella prostituta que sentada a sus pies se los
lavaba con sus lágrimas y cómo dijo con énfasis a los perplejos
comensales: "sus muchos pecados quedan perdonados porque ha amado
mucho" (Lc 7,47).
En las entrañas de
Dios, el poder y el amor van de la mano y esto es lo que celebramos en Navidad:
que no hay abismo personal que no sea sometido por la Ternura de Dios. Tengamos
en cuenta que los pies simbolizan el Evangelio en la Escritura, por lo que ésta
prostituta que se abraza a los pies de Jesús representa a todos los que buscan
su Ternura hasta hacerse con ella y cuando la alcanzan, alcanzan también la
Pasión Inmortal por el Evangelio es decir la única pasión con el sello de la
inmortalidad que nos es posible vivir en este mundo. Pues ésta es mi petición y
deseo para todos vosotros en esta Navidad: que nos hagamos con la Ternura de Dios...
está entre nosotros, se llama Jesús, se llama también. Su Evangelio.
(P. Antonio
Pavía-Misionero Comboniano)
comunidadmariamadreapostoles.com
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