lunes, 7 de diciembre de 2020

Pastores misioneros, en el Día del Seminario

 


Este año la pandemia de la Covid-19 nos ha hecho trasladar la jornada del Día del Seminario, habitualmente el día de S. José, a la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Bendito cambio que nos invita a mirar al Seminario desde los ojos y el corazón de la Virgen. En la diócesis de Getafe podemos decir que este año celebramos el Día del Seminario en la fiesta de nuestra Rectora, tal como la declaramos el curso pasado.

  El Seminario en una Iglesia particular, en una diócesis, es un don y al mismo tiempo una tarea.

  Es don porque manifiesta la llamada siempre actual de Dios y la respuesta libre del hombre. Si la vida cristiana es una vocación, la gran vocación, en ella se dan otras vocaciones que la concretan, podemos decir que son vocaciones en la vocación. Una de ellas es al sacerdocio, la llamada de Dios a servirlo en los hermanos.

  Y es tarea porque el Seminario es la responsabilidad de todos. Nuestro Seminario nos debe ocupar y preocupar. El Seminario habla de futuro y muestra la vitalidad de la diócesis. ¿Acaso podemos dudar que Dios sigue llamando a jóvenes para el sacerdocio? Claro que no. Entonces nuestra tarea tiene que ir a los jóvenes, tenemos que poner los medios para que respondan con generosidad a esta llamada. En primer lugar, los padres y las familias tienen que hacer de sus hogares el primer lugar de la pastoral vocacional; educar es también ayudar a responder y crecer en la propia vocación.

  También los obispos, los sacerdotes y los consagrados tenemos que llamar a los jóvenes a decir Sí al Señor mostrándoles el testimonio gozoso de una vida entregada. Como es tarea también de los colegios católicos y de los profesores cristianos, de los catequistas y de aquellos que conviven con los jóvenes.

  El Seminario y las vocaciones es un asunto de todos. Todos hemos de rezar al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus mies, para que no falten a la Iglesia sacerdotes que anuncien la Palabra, celebren los sacramentos y nos reúnan en la fraternidad para vivir la caridad de Cristo.

  Al tiempo que miramos a Dios que llama, miramos también al mundo al que somos enviados. Ante nosotros se abre la misión que es hacer que Cristo sea conocido y amado, que el encuentro con Dios cambie el corazón de los hombres y del mundo, que la Iglesia sea en medio de la humanidad un sacramento de salvación. ¡Qué necesarios son los sacerdotes para la Iglesia y para el mundo!

  El lema de la campaña del Seminario de este año, Pastores misioneros, nos invita a mirar al pastor y a la misión. Pastores como el buen pastor, Jesucristo, que vino para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). El ministerio sacerdotal es un servicio a la salvación de los hombres, por eso el Seminario y la pastoral vocacional, nos recuerda el Papa, “es aprender el estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, le lleva a encontrarse con Dios Padre”.

  Hemos de formar a los futuros sacerdotes para ser pastores misioneros, es decir, para que en el mismo ser del pastor esté la misión. Son claras las palabras del Papa: no tenemos una misión, somos una misión. La misión no es un añadido a la vocación sacerdotal, sino que está en su mismo corazón. El pastor por esencia es misionero. Aun lo que realice en los más oculto de su vida es misión, por ejemplo, la oración por el pueblo, el ofrecimiento por los hombres que se le han confiado y el sufrimiento por ellos, porque no hay amor ni entrega sin sufrimiento.

  El seminarista, a lo largo de su formación, tiene que ir interiorizando y haciendo vida este corazón de pastor misionero, tiene que ir configurándose con Cristo al que está llamado a servir, al tiempo que conoce y quiere al pueblo concreto con una verdadera caridad pastoral.

  La tarea de formación no es fácil, pero es necesaria y dará muchos frutos de santidad. Agradezco de corazón la dedicación y entrega de los formadores del Seminario, de los sacerdotes que acompañáis a los seminaristas, de tantas almas buenas que rezáis y dais testimonio a nuestros seminaristas. Sin olvidar a nuestras monjas contemplativas que lleváis el Seminario en vuestro corazón y tanto rezáis por ellos.

  No quiero terminar esta carta sin hablaros de nuestros seminarios.

  El Seminario mayor, Ntra. Sra. de los Apóstoles, en el Cerro de los Ángeles, una realidad llena de esperanza para esta iglesia que camina en Getafe. Una comunidad de 33 jóvenes que le han dicho al Señor que sí y quieren discernir cada día la llamada. Este año, en medio de la pandemia, el Señor nos ha regalado 10 nuevos seminaristas. Y hemos ordenado 4 nuevos sacerdotes para la diócesis.

  No podemos olvidar el Seminario menor de Rozas de Puerto Real, donde se cultivan las semillas vocacionales de adolescentes que sienten una inquietud vocacional. Además del curso introductorio al Seminario mayor donde asisten 8 jóvenes.

  Una bendición que hemos de recibir con agradecimiento y cuidar con humildad y dedicación.

  Este tiempo de pandemia nos ha mostrado de un modo radical la necesidad de sacerdotes santos y entregados. Procuremos con nuestra oración, ayuda y afecto que no falten nunca a la Iglesia pastores misioneros.

  A la Virgen Inmaculada, Madre de los sacerdotes y Rectora del Seminario, le encomendamos esta gracia de la vocación para que la cuide y la proteja como hizo con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

  Con mi afecto y bendición,

+ Ginés, Obispo de Getafe

 

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