Jesús, exhausto sube cargando la Cruz
hacia el Calvario. María acompaña sus pasos con la mirada desgarrada. Tres
fueron las veces que Jesús fue arrojado al polvo por el peso de la Cruz. Cada
uno de sus pasos supuso para ella un auténtico martirio, unos sufrimientos
parecidos a las dolorosísimas contracciones que sufre una mujer al dar a luz a
su hijo. Llegan a la cima, Jesús es crucificado. El sufrimiento que siente
María es indescriptible. Desde lo alto de la Cruz, Jesús, abrazándola con la
entrañable ternura de su mirada, señala a Juan y la dice: "Ahí tienes a tu
hijo" (Jn 19,25...).
Fue entonces cuando María entendió todo.
En unos segundos que abarcan la eternidad comprendió que las dolorosísimas
punzadas, que como puñales herían su alma cada vez que su Hijo caía contra el
suelo aplastado por la Cruz, no fueron solo "parecidos" a los
provocados por las contracciones de una mujer que está dando a luz... ¡¡Eran
sus propios dolores de parto, pues estaba dando a luz a todos los Discípulos
Amados de su Hijo a lo largo de la Historia!!
Por la comunión con los padecimientos de
Jesús, recibió de Él la sublime Maternidad Espiritual. Jesús se la otorgó en la
mayor Cátedra de la Sabiduría posible: la del Calvario.
P. Antonio Pavía
https://comunidadmariama.blogspot.com/
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