Estremecedor el
susurro del salmista en su ansia de intimar con Dios: "Mi alma se aprieta
contra ti " (Sl 63,8).
Todo buscador de
Dios aspira a una intimidad así con Él, pero nuestra debilidad nos deja, como
dice Pablo, vendidos al poder del pecado, de la idolatría ... (Rm 7,14).
Israel, tuvo conciencia de que su inclinación a la idolatría le apartaban de
Dios (Os 11,7) De ahí su grito a El: ¡Si rasgases el cielo y
descendieses...! (Is 63, 19)
Y Dios abrió los cielos
y descendió: su Palabra se hizo carne y hábito entre nosotros (Jn1,14) El Hijo
de Dios se encarnó, murió, resucitó y al subir al Padre, nos dejó en herencia
la Bendición por antonomasia: ¡su Santo Evangelio!
Por medio de sus
palabras Jesús se aprieta contra nuestra alma. Ahora entra en juego nuestra
libertad a fin de que su Evangelio prenda en ella. El deseo del salmista está
cumplido ya podemos apretarnos íntimamente con Dios. Seamos vírgenes sabías
pues podemos repetir la necedad de los fariseos a los que Jesús dijo: "Tratáis
de matarme porque mi Palabra no prende en vosotros" (Jn 8,37 b).
Hoy diría y dice
a los fariseos de turno que no se pongan de perfil ante el Evangelio porque
entonces no podrán intimar, apretar su alma contra El.
P. Antonio Pavia
http://comunidadmariama.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario