El Salmo 43 describe la angustia de un
israelita a quien personas sin escrúpulos, quizás envidiosos por su cercanía
con Dios, le hacen la vida imposible. Oímos su clamor: " Hazme justicia
Dios mío, defiende mi causa contra esta gente sin piedad...Envíame tu luz y tú
vedad que me guíen hasta tu morada " La súplica que este hombre eleva
hacia Dios es estremecedoramente bella; diríamos que se anticipa a tantos
Santos que de distintas formas nos legaron este manjar espiritual: " El
hombre nació para amar y ser amado, amor que alcanza su plenitud conforme se
acerca más y más a Dios".
P. Antonio Pavía
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