El que compuso este
Salmo, bajo la inspiración divina, piensa ya en términos evangélicos,
casi diríamos en tiempos posteriores al concilio Vaticano II. Recuerdo los
tiempos de mi infancia en que se decía: “Extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de
la Iglesia no hay salvación), y se nos hacía creer que los que se salvan, aun
entre los cristianos, son una impresionante minoría. En cambio en este Salmo se
nos dice que todos los seres humanos son hijos de Dios, y debemos amarlos a
todos.
En los vs.1-3
habla muy bien del Monte Sion o, digamos, Jerusalén, al que él llama el Monte
Santo, y lo considera como el preferido de Dios entre todos los santuarios
(moradas de Dios) en Jacob (el reino del norte).
Está pensando el
salmista en los múltiplos santuarios que el reino del Norte dedicó después de
su separación del reino del Sur. Recordemos que cuando murió Salomón, su reino
se dividió: Jorán se quedó con el pequeño reino de Judá, y Jeroboán con el
grande, el de diez tribus, al que comenzaron a llamar Israel.
Sión había sido
considerado como el único lugar de culto a Dios. Para que no siguieran sus
súbditos subiendo a Sión, Jeroboán: 1º fundió dos becerros de oro que
representaran a Dios, y colocó uno de ellos en Betel y otro en Dan; 2º consagró
numerosos lugares de culto en el reino de las diez tribus, y 3º nombró
sacerdotes a gente del pueblo que no eran de la tribu de Leví. Dios, nos dice
el salmista, prefirió su morada en Sión a las múltiples moradas de Israel.
Pero lo mejor viene ahora. La
Sión de Dios ya no se reduce al pequeño reino de Judá, sino que los habitantes
de todos los pueblos de la tierra son ciudadanos de Sión. Todos han nacido en
ella de una manera espiritual: Hasta entonces todos los paganos habían sido
considerados inferiores y despreciables; ahora son todos hermanos.
Algunos
comentaristas piensan que los que el Salmo considera como hijos de Dios no son
los extranjeros sino los israelitas de la diáspora. Yo firmemente creo que no
tienen razón. En este Salmo, los que han nacido en Sión, o los que son pueblo
de Dios son todos los hombres de la tierra.
En el verso 4, se nombran
en primer lugar a Egipto y Babilonia: los dos pueblos que se habían distinguido
como opresores del pueblo elegido. A Egipto lo llama Rahab; Rahab era el nombre
de un monstruo marino, al que los babilonios llamaban Tiamat; pero en muchos
lugaraes de la Biblia se aplica este nombre a Ejipto. Y Babel, donde se
confundieron las lenguas, y más tarde tomó el nombre de Babilonia. A
continuación vienen Filistea, Tiro y Etiopía; y por fin todos los seres
humanos.
1 De los hijos de Coré.
Salmo.
SALMO
PARÁFRASIS
1 Él la ha cimentado sobre el Monte Santo
(1) En la mujer del libro del Apocalipsis
2 y el Señor prefiere las puertas de
Sión (12,1) vestida del
sol, calzada de la luna
a todas las moradas de
Jacob.
y coronada de estrellas vemos los
3Maravillas se dicen de
ti,
cristianos la Iglesia de Cristo, la nueva Jerusalén;
Ciudad de
Dios.
Dios la ha hecho madre de todos los hommbres.
4 “Yo cuento a Rahab y a
Babel
En ella todos tienen carta de ciudadanía,
entre los que me
conocen,
americanos, europeos, asiáticos, africanos,
filisteos, tirios y
etíopes
y habitantes de las islas. Todos son nativos
todos han nacido allí”.
de la Iglesia, todos con iguales derechos.
5 De Sión se
dirá:
No hay distinción de razas,
“Todos han nacido en
ella”.
(2)
todos somos ciudadanos por igual.
El Altísimo en persona
la ha
fundado.
Dios mismo la ha fundado;
6 el Señor escribirá en el registro de los
pueblos: él mismo, personalmente inscribe
“éste ha nacido
allí”.
en su registro a cada ser humano.
7 Y los príncipes (3) lo mismo que los
hijos, Grandes de la tierra y
gente sencilla,
todos ponen su morada en
ti.
para todos hay morada en ella.
(1) No se dice quién ni a quién ha
cimentado. Por el contexto parece referirse a Dios y a su morada en Sión, a la
que como veremos convertirá en patria de todas las naciones de la tierra; en la
era del Evangelio podemos entender ‘la Jerusalén celes-tial’. De ésta nos dice
San Pablo: “La Jerusalén de arriba es libre, y ella es nuestra madre” (Gal
4,26)
(2) Cada uno ha nacido
corporalmente en su sitio; pero todos, de alguna manara son nativos, o digamos,
ciudadanos de Sión (v.5). La revelación de Dios nos llega a todos a través del
pueblo elegido de capital en Sión, pero nos hace sentirnos a todos hijos de Dios
en igualdad.
(3) El texto está muy oscuro. No
he visto dos traductores que coincidan. La versión de la Conferencia Episcopal
Española traduce: 7 Y cantarán mientras danzan: “Todas mis
fuentes están en ti”; no la entiendo. La versión de Gonzalo Flor Serrano, “Y
cantarán y danzarán todos los que viven en ti”. Yo he escogido la versión de la
Nueva Biblia de Jerusalén; en ella parece que ‘los príncipes’ designa a los
dirigentes de los pueblos extranjeros, mientras que ‘los hijos’ son los
Israelitas.
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