- Amigo, no te rindas y
pide ayuda a Dios…
- Dios pasa de mí…
- ¡Pero qué dices! ¿Vino por ti y ahora pasa?
- Pues sí “jamía”, pasa
de mí…
- Eso no es verdad. Fuiste tú quien desde hace años, Le vienes
dando la espalda… No le has llamado, no has ido a escucharle, no le agradeces su
venida, no has comulgado su Cuerpo que entregó por ti; te inunda el pecado y no
quieres que te impongan las manos del perdón, como Él te dijo. Y ahora sin más
¿quieres que haga un milagro contigo?
- Pues sí, pero yo no
creo en los curas…
- Mal empezamos si no
escuchas a Dios… Ellos son sus pastores como antes lo fueron sus once apóstoles
-después de su Resurrección- con el descendimiento sobre ellos del Espíritu
Santo; cómo hoy desciende en el Sacramento de la Ordenación Sacerdotal desde el
siglo I con Pedro: “Sobre ti edificaré mi Iglesia… Todo lo que ates en la tierra será
atado en el cielo y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”.
(Mt. 16, 18-19). Mateo,
uno de los 12, escribió lo que Jesús les dijo. No hay nada inventado.
No juzgues a los Consagrados
de Dios. “Cesar” se encarga de lo humano y Dios de su alma con extremo celo, pues
en ellos descansa le fe del mundo. Sólo debes pensar en que la imposición de
sus manos -el Espíritu Santo- sobre ti, perdonan por orden de Dios.
Creer en Consagrados, es
creer en Jesús. De ellos depende el milagro del perdón y sobre todo, la Conversión
del pan y el vino en su auténtico Cuerpo y Sangre: Hoy, para ayudarte en la
tierra; mañana para salvarte: “Haced esto en conmemoración mía”. (Jesús).
Dices que te has
librado de morir en varias ocasiones. ¿No es suficiente? Piensa… A pesar de la “maldad”
que te acosa y quiere arrastrarte, ahí está Él para evitarlo. Siempre espera a
que vuelvas a mirarle como cuando eras niño.
Te puso un alma sin
“equipaje” para que la devolvieras plena de “buen hacer y bien decir”. ¡Acuérdate!,
ya eras su amor extremo desde antes de tu nacimiento.
Se
fue de mi lado queriendo morir hastiado de la vida… Pero yo sé que un hilo de
luz ha atravesado su alma de “cemento”. Tal vez no hoy, ni mañana, pero un día
no muy lejano, hablará de Dios porque Dios no pasa de él.… Y por él rezo.
Emma Díez Lobo
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