El camino hacia el crecimiento
personal o, como decimos los cristianos, hacia la santidad, no es un camino
desde lo universal hacia lo individual, sino justo lo contrario: desde lo
individual hacia lo universal.
Es un proceso donde uno abandona sus
demandas personales para ocuparse de los demás. En definitiva, un proceso para
dejar de mirarse el ombligo.
Miro con asombro cómo muchas personas
estamos sentadas mirando nuestros dispositivos de conexión a Internet con suma
atención. Realmente pensamos que a través de las redes sociales y sistemas de
comunicación a los que accedemos desde nuestros equipos se nos pone en las
manos una puerta abierta al mundo, cuando, en realidad, muchas veces estamos
dentro de un fondo de saco.
Convencidos de estar bien informados,
sólo miramos los titulares de las noticias que muestra el medio, conociendo
parcialmente muchos acontecimientos (en su mayoría inútiles) que sólo ofrecen
una visión distorsionada y parcial del mundo.
Tenemos multitud de personas de
contacto con las que compartimos información a través de la red, convencidos de
que esto nos ofrece amplitud de campo de visión y un valor añadido a nuestra
inteligencia.
Sin embargo, cuando he tenido ocasión
de hablar con algunas personas que pasan gran parte del tiempo conectadas a las
redes de información y comunicación, me doy cuenta que en su círculo personal de
acogida entra muy poca gente en realidad: apenas su familia en muchos casos, a
veces una mascota y otras muchas veces nadie. En realidad, no hay verdadero
contacto, no hay comunión con los hermanos, no hay conocimiento real de las
necesidades propias y ajenas, no hay visión global, el círculo de acogida es
demasiado estrecho.
Y, desgraciadamente, este mismo síntoma
cada vez se manifiesta más y más entre todas las clases sociales, incluidos
profesores, políticos y dirigentes de empresas.
Observo cómo, detrás de toda una
multitud de mensajes y avisos que ofrecen la ilusión de ser útil e
imprescindible, existe un sentimiento profundo de malestar provocado por la
agitación mental y agotamiento debido a la apariencia de estar haciendo muchas
cosas a la vez. Resulta que, en realidad, no se hace nada, sino estar con la
mente allí y el cuerpo aquí.
Incluso hay quien diseña su propio
perfil y su supuesta vida a través de las redes sociales, mostrando al mundo
una imagen que quiere que los demás tengan de él. Imagen que en el fondo no le
importa a nadie porque todos están demasiado ocupados en sí mismos.
Se nos escapa el mundo alrededor cuando
estamos imbuidos en nuestros dispositivos y esto nos hará estar mal, porque no
estamos donde debemos. Muchas veces uno está mal simplemente porque no está en
el lugar donde tiene que estar, es decir, el cuerpo aquí y la cabeza allí.
Esto dificulta la concentración, la
capacidad de reflexión, el sosiego y el discernimiento, convirtiéndonos en una
especie de entes mentalmente hiperactivos a la búsqueda de una comodidad personal
y una paz que nunca llega del todo. Y desgraciadamente los modernos medios de
comunicación invitan constantemente a esta situación.
Un termómetro infalible que mide la
madurez de un hombre es simplemente su capacidad de estar quieto y de estar
atento. Las disciplinas que se han establecido desde siempre para la educación
de los más jóvenes iban dirigidas en este sentido.
Sin embargo, vivimos en la era de la
interrupción, ahora un SMS, ahora un mail, ahora un whatsapp y ahora una
llamada. El caso es tener la atención dividida, el cuerpo aquí y la cabeza
allí. Esto dificulta mucho la capacidad de concentración, añade problemas de
hiperactividad y complica la madurez de los más jóvenes.
Los medios de comunicación son
herramientas muy valiosas pero desgraciadamente se están utilizando muchas
veces en nuestro propio perjuicio.
El diablo también anda en la red y nos hace
ver las cosas al revés de cómo son en realidad. Sencillamente debemos ser
conscientes de que no encontraremos la felicidad y la plenitud de nuestras
vidas en la red. Aunque esto parezca una verdad de Perogrullo: conviene
recordarlo cuando usemos nuestros dispositivos de conexión.
La
felicidad es el estado natural del Alma cuando se quitan los obstáculos y el
resto de cosas inútiles donde vaga nuestra atención.
Entonces el Alma existe en bienaventuranza,
nadie en la creación puede existir sin algo de bienaventuranza. No es necesario
buscarla por ahí, y menos en la red. La encontrará en su alma y acogiendo a los
demás, se trata de ampliar el campo de acogida, salir fuera de uno mismo, del círculo
estrecho.
Uno puede sentir que la felicidad va
y viene según los acontecimientos y los logros, pero esto es solamente
ilusorio. El estado verdadero es que la felicidad está siempre en el alma del
hombre, le pertenece por derecho propio y es inmutable.
Es solamente nuestra visión lo que ha
cambiado.
J. J. Prieto Bonilla.
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