¡Ay
de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está de
fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de
injusticia. ¡Fariseo ciego, limpia
primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga
limpio!
Mt 23, 25-26
Creemos que nuestros enemigos están en el exterior y que
son ellos los que hacen que nuestra vida no sea feliz.
Enemigos que a veces son personas, circunstancias, la
suerte, el azar.
Pero suele ocurrir que nuestros enemigos más importantes
están dentro de nosotros mismos y somos también nosotros quienes hacemos que
ocupen más o menos espacio en nuestras vidas.
Nadie como nuestro Padre Dios para encender la luz en
nuestro corazón y enseñarnos a descubrirlos. Agazapados, escondidos y , a
menudo, disfrazados en nuestra alma.
Nuestros enemigos no suelen mostrarse como tal, por eso
es necesaria la mano de Dios para que no nos engañen.
El día en que descubrimos esta verdad, hemos ganado la
primera batalla contra ellos.
Yo solo conozco un espacio donde Dios enseña, como
maestro bueno, a combatirlos cada día y , ese espacio es la oración.
La oración es el aula que Dios nos tiene preparada para
enseñarnos a dar los pasos, para librarnos de los enemigos que esclavizan
nuestra existencia y nos arrebatan la libertad y la felicidad.
Tiene que ser Él quien lo haga, porque nosotros solos, no
podemos.
SI Dios no nos regala su sabiduría, chapoteamos en el
agua de la vida sin saber qué hacer.
Por eso, orar es tan importante.
Por eso, cada oración es un triunfo más en la batalla
para alcanzar nuestra libertad, nuestra felicidad.
A
ti, Señor Dios mío, levanto mi alma:
en ti confío, no quede defraudado,
no triunfen de mí mis enemigos.
en ti confío, no quede defraudado,
no triunfen de mí mis enemigos.
Salmo
25
Olga Alonso Pelegrin
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