domingo, 28 de junio de 2015

Si te culpas



Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.
Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo
Jn 12,46-47


Si te culpas, pierdes la oportunidad  de que Dios te perdone.

Nuestro Dios quiso amarnos en el perdón y negar su perdón es negar su amor.

Solo se conoce a Dios cuando permitimos que El, cumpliendo su voluntad primera, nos libere de la pesada carga de nuestras culpas.

Por eso, dedicó el momento culminante de su vida en la tierra a morir por nosotros.

Con esta entrega, nos dijo a cada uno que su voluntad era amarnos hasta el extremo y, en su cruz, abrazó nuestras pesadas cargas, las de cada día,
las grandes y las pequeñas,
las que te impiden amar,
las que te inclinan a maldecir,
las que no te permiten levantar los ojos del suelo
y las que te restan libertad y te nublan el aire para no ver a Dios.

Si nuestro Padre del cielo, amó nuestra culpa hasta morir para quedarse con ella
¿Cómo tener la arrogancia de no entregársela?
¿cómo retenerla para que siga emponzoñando nuestro corazón?

Nuestra culpa le pertenece  y quien se la entrega, descarga su corazón y deja espacio para el Amor de Dios.

Hay algo tan creador en el perdón de Dios que tal como nos dijo Jesús en su Evangelio, amamos en proporción al perdón que recibimos.

Dios crea Amor en nuestro corazón cada vez que nos perdona y, quien sufre reteniendo su culpa pierde la oportunidad de sentir la libertad de los Hijos de Dios y caminar por el mundo tocando el suelo con la punta de los pies, sintiendo que tocamos el Cielo.



Mi sacrificio es un espíritu contrito,
Un corazón contrito y humillado tú no lo desprecias
Salmo 51(50), 19b

Olga Alonso Pelegrín

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