El deseo de todo discípulo que busca al Señor es ver su Rostro.
Ya nos lo recuerda el Salmo 26 cuando dice: “…Una cosa pido a Yahvé, es lo
que ando buscando; admirar la belleza de Yahvé contemplando su Templo” (Sal
26,4)
Y más adelante clama a Yahvé diciendo para sus adentros: “…Busca
su Rostro. Sí, Yahvé, tu Rostro busco, no me ocultes tu Rostro…” (Sal 26, 8)
Ya Moisés le pide a Yahvé: “Déjame ver tu Gloria”. Él le
contestó: Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de
ti el Nombre de Yahvé, pues concedo mi favor a quien quiero y tengo
misericordia con quien quiero. Y añadió: Pero mi rostro no podrás verlo, porque
nadie puede verme y seguir con vida. Yahvé añadió: Aquí hay un sitio junto a
mí; ponte sobre la roca. Al pasar mi Gloria, te meteré en la hendidura de la
Roca y te cubriré con mi Mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi Mano,
para que veas mis espaldas; pero mi Rostro no lo verás.” (Ex 33, 18-23)
Maravillosa profecía de Dios que anuncia la Roca: Jesucristo.
Dice textualmente que hay un sitio junto a Mí, es decir, que está
junto a Dios, su Palabra: es la misma expresión del Prólogo del Evangelio de
san Juan: “…la Palabra estaba junto a
Dios y la Palabra era Dios…”
Y a continuación dice “meterle en la hendidura de la
Roca”. Otra profecía que nos recuerda el costado abierto de Cristo en
la Cruz. Dicen los santos Padres de la Iglesia que, de esa hendidura, salieron
sangre y agua, símbolo del agua bautismal, gracia purificadora de Dios en
Jesucristo; y la sangre derramada por la redención de nuestros pecados.
El libro del Apocalipsis, en el capítulo 22 versículo 4 dice,
hablando de los elegidos:”…Verán a Dios cara a cara y llevarán su Nombre en
la frente; ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol,
porque el Señor Dios irradiará Luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap
22,4).
Tanto amó Dios al hombre que se hizo hombre como nosotros; y
tanto le amó, que, lo que ocultó a Moisés, se lo reveló a sus discípulos.
Veamos el episodio de la Transfiguración.
Jesucristo tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y subió al
monte a orar. Y mientras oraba, el aspecto de su Rostro se mudó y sus vestidos
eran de una blancura fulgurante. Y he aquí que conversaban con Él dos hombres,
que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria y hablaban de su
partida que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados
de sueño, pero permanecía despiertos, y vieron su Gloria y a los dos hombres
que estaban con Él. Cuando ellos se separaron de él, dijo Pedro a Jesús:
“Maestro, que bien se está aquí. Hagamos tres tiendas, una pata ti, otra para
Moisés y otra para Elías”. No sabía lo que decía. Estaba diciendo estas cosas
cuando una nube se formó y los cubrió con su sombra; y, al entrar en la nube se
llenaron de temor. Y vino una Voz desde la nube que decía: “Este es mi Hijo, el
Elegido, ¡Escuchadle!”. (Lc 9, 28-36).
Hasta aquí el relato de Lucas. Lleno de notas catequéticas
que brevemente quisiera señalar.
Llama la atención la forma de orar de Jesús: sube al monte
Tabor, un monte alto; los montes, lugares donde habitan los dioses, es elegido
por el Señor para indicarnos que sólo hay un Monte desde donde podemos orar a
Dios. Es donde habita Dios-Yahvé, es el Monte Calvario donde nos redimió, es el
Monte de las Bienaventuranzas desde nos catequizó.
Aparecen dos hombres. Moisés y Elías, símbolo de la Ley y los
Profetas; Jesucristo no va a derogar los símbolos de los judíos: viene a darles
plenitud y cumplimiento.
Dice Pedro: ¡Qué bien se está aquí! Y comenta el evangelista:
No sabía lo que decía. Pedro ha de
pasar por la Cruz para llegar al Cielo, como todos los que seguimos a Jesús.
Aparece una nube, signo de la Presencia de Dios, como ocurría
en la salida del pueblo de Israel por el desierto, para proteger su huida de
los egipcios.
Y hay un detalle que no nos puede pasar desapercibidos: la
Nube les cubrió con su sombra. Es la misma experiencia de María de Nazaret; le
dice el ángel: la Fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1,35).
Termina el Evangelio con el Mandamiento por excelencia,
salido de la misma Boca de Dios Padre: ¡Escuchadle!
Este es el Mandato de Dios: ¡Escuchad a Jesús! Esta es la fe de la Iglesia, la fe que nos salva.
Desde la venida de Jesucristo, ya no tenemos que implorar ver
su Rostro: “…Quien me ha visto a Mí ha visto al Padre…” le dice Jesús a
Felipe (Jn 14,9).
Maravillosa revelación de Jesucristo, que muchos quisieron
ver y no vieron y oír y no lo oyeron (Mt 13,17)
Alabado sea Jesucristo
Tomas Cremades
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