Para el camino, Señor,
no llevo oro, ni plata,
ni dinero en el bolsillo
me fío de tu palabra.
Ni tengo alforja con provisiones y repuestos,
que me basta tu compañía
y el pan de cada día.
Túnica, la puesta, sin más,
que no tengo que ocultar nada,
y el frío y el calor se atemperan
cuando se comparten, en familia.
Tampoco llevo bastón,
aunque tú dijiste que podíamos,
pues mis hermanos me sostienen y dan la mano
cuando el camino se hace duro,
y sangro, tropiezo y caigo.
Y sandalias, unas de quita y pon,
abiertas y bien ajustadas,
para evitar callos y rozaduras
en el cuerpo y en el alma,
andar ligero
y no olvidarme del suelo que piso
cuando tu Espíritu me levanta,
me mece libre, al viento,
me lleva y me arrastra.
Eso sí, voy en compañía,
desbordando ternura y paz
regalando salud y buena noticia
y caminando con alegría.
Casi ligero de equipaje,
fiándome de tu palabra,
yo te sigo y...
eso me basta.
(Florentino Ulibarri)
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