Supongamos que nos encontramos en una
situación en la que una persona quiere quitarse la vida saltando por la ventana.
Además, sabemos que esa persona es un delincuente sin remedio, adicto a las drogas
con un largo historial delictivo a sus espaldas y que actúa contrario a lo que
entendemos por virtud. ¿Qué le diríamos? ¿Salte, o no salte?
Afortunadamente la mayoría de nosotros
le diríamos: “¡¡No salte!!”
Sabemos que, es un caso perdido, pero,
no obstante, le salvamos. ¿Qué queremos salvar de esa persona? ¿Su adicción a
las drogas?, ¿Los atracos que ha cometido y que va a volver a cometer?
Nada de esto. No es esa persona lo
que queremos salvar, es LA VIDA y lo escribo con mayúsculas porque ni siquiera
se trata de su vida se trata de la vida que todos tenemos y se manifiesta en
toda su dignidad en la forma humana.
No es lo que todos vemos de esa
supuesta persona lo que salvaríamos, es lo que no vemos de ella, pero que, en
el fondo, sabemos que es verdadero.
¿Por qué queremos a un bebé?
¿Por qué es muy guapo?.....no siempre
lo es. ¿Por qué es muy listo?.......no sabemos. ¿Por sus méritos?...........no
los ha hecho. ¿Por sus facultades?........no las puede demostrar.
Nada de esto, se le quiere porque sí.
Mejor dicho, se le quiere porque es, por su presencia, por lo que no se ve en él.
El verdadero valor de las cosas la
mayor parte de las veces, no está en lo que se ve sino en lo que no se ve de
ellas.
Un zapato puede ser muy bonito pero
es su vacío lo que le da utilidad real, lo mismo ocurre con una vasija, un
automóvil, cualquier prenda de vestir, etc… es como si la verdadera utilidad de
las cosas realmente viniera del espacio invisible, común pero confinado con una
determinada forma.
Este texto no es sino tinta manchando
un papel, pero sólo es útil por su significado, eso que a simple vista no se
ve.
Sin embargo, muchas veces esta
realidad tan patente se nos olvida, y sólo damos importancia a la forma
exterior de las cosas, cuando su utilidad o verdadero valor está en lo
invisible.
¿Qué echamos de menos en un ser
querido cuando fallece?: ¿sus manos?, ¿su cara?, ¿sus pies?, ¿su
pelo?.........es posible, pero sobre todo, echamos de menos su presencia.
Cuando realmente usted quiere a una persona,
no le importa demasiado su buena conversación, o su cuidado aspecto, o sus
ideas más o menos brillantes, o si resulta más o menos simpática, aunque todo
esto ayuda, lo que realmente le importa es su presencia.
Recordar esto que a simple vista parece
tan evidente y tan obvio es de suma importancia para todos nosotros y, en
especial, para todos aquellos que por una circunstancia u otra se sienten
deprimidos o descorazonados.
Su valor verdadero no lo establece usted.
Usted en realidad no tiene ni idea de cuál es su valor. Su valor lo estableció
Dios nuestro padre que le quiere, aunque usted tal vez se sienta frustrado o no
crea ser lo suficientemente merecedor de su gracia.
Tal vez piense que no fue el buen
hijo que esperaban sus padres, que no fue el mejor estudiante, que no fue todo
lo guapo que debería haber sido, que no fue el mejor padre o madre, que no
cumplió las expectativas que el mundo esperaba de usted, que no fue ni es el
mejor amigo, que no es lo suficientemente inteligente, alto, rico, bueno, que le
falta carisma, que no tiene don de gentes, que es ignorante, etc., etc., etc. O
tal vez piense todo lo contrario, o una mezcla de ambas cosas.
Tal vez se afane en conseguir todo lo
que piensa que le falta, o en quitarse todo lo que piensa que le sobra.
Bien pues a Dios nada de eso le
importa, no le quiere por nada de eso, le quiere porque sí, le quiere porque usted
Es.
El problema es que usted no puede entender que Dios le pueda Amar
tanto a cambio de nada. Pero Dios no piensa como usted.
J.J. Prieto Bonilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario