No importa la estación
del año, no importa el día o la noche, nada importa cuando se trata de estar con
Él. San Agustín dijo algo genial: “Cuando lees la Biblia, Dios habla contigo;
cuando oras, eres tu quien habla con Él”.
Me gusta escucharle, me
encanta que me escuche porque además me contesta.
¿Qué no? Prometo que es
verdad. A veces en su justo momento que es también el mío; a veces, cuando
menos lo espero y otras, cuando le atosigo porque soy una pesada… Pero bien es
verdad que en mis peticiones siempre hay una “coletilla”: “Si tu quieres y es bueno para
mí”.
Me suplica paciencia,
me entretiene con sus charlas, me llama cada Domingo y me duermo hablando con
Él. Es como un Rey Mago que te trae lo necesario y válido para tu vida. Lo que
no me concede, me dice que en un tiempo sabré porqué, que no desespere y me fie
de Él.
Nunca se ha quedado
callado os lo prometo, nunca, como en este momento ¿Qué creéis, que escribo al
tuntún? Pues no y no es que me lo dicte,
yo no soy santina, pero me busca tiempo entre todas mis obligaciones para hacer
lo que me gusta: Escribir en su Honor.
Le agradezco estar a su
lado: Le llevo a la calle, Le tengo en mi cocina, en mi soledad, con mis amigos…
Siento que está conmigo y no decaigo con frecuencia.
Tampoco es que esté todo
el día “saltando”, porque (como todo el mundo), tengo grandes penas terrestres
pero en ellas me acompaña, me hace reír y me quiere más que a su vida.
Un día me hizo pensar…
Si tengo penas, tristezas y amarguras ¿es que me parezco a Él? Y me dijo: ¡Pues
claro!
Y me quedé tranquila
orando con Él… Y encima me ha puesto más “guapa”.
Gracias Dios, ojalá por
siempre sea digna de tu belleza.
¡Tú sí que eras genial por
dentro y por fuera! Y tenías cada contestación…
¡Inimitable!
Emma Díez Lobo
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