Un
médico, a punto de jubilarse, tenía como hobby plantar árboles en una gran
finca que rodeaba su casa. Plantaba árboles todos los días. Por falta de tiempo
o de conocimiento, se olvidaba de regar las nuevas plantas, de forma que éstas
crecían muy despacio. Con verdadera preocupación, un vecino le dijo que
los árboles tardarían mucho en crecer -si es que llegaban a hacerlo-, porque
les faltaba agua. Y el médico, con mucha sencillez, expresó una fantástica
teoría. Explicó que, si regaba las plantas, las raíces se acomodarían en la
superficie y esperarían siempre el agua más fácil, la que viene de arriba. Como
él no los regaba, los árboles tardarían más en crecer, pero sus raíces
tenderían a bajar hacia el fondo en busca de agua. Así, según su teoría, los
árboles tendrían raíces más profundas y serían más resistentes a la sequía, al
viento y a todas las intemperies.
El vecino cambió de vivienda y, solamente después de muchos años, volvió por allí. Todo seguía más o menos igual. Pero había una diferencia: en la finca del médico había un frondoso bosque.
Era un día de viento muy fuerte y los árboles de la calle estaban arqueados; algunos de ellos mostraban las señales del viento, con brotes y troncos partidos. Pero los árboles de la finca del médico estaban sólidos y parecía que no les afectaban las embestidas del viento. Sus raíces estaban hundidas en la profundidad del suelo.
Hay padres que intentan
evitar todas las dificultades a los hijos.
Imaginan que amar es criar al hijo como en un invernadero, protegiéndolo de
todo y de todos. «Pobrecito», se justifican los padres, «es tan pequeño», y lo
rodean de mil protecciones. En consecuencia, no están preparados para la vida,
puesto que ésta no es precisamente un invernadero. Sus raíces no crecen y, ante
la primera ventolera, muestran su fragilidad. Sobre todo en nuestros días,
cuando ya nada parece ser sólido y definitivo, es importante educar y educarnos
en la espiritualidad de la resistencia. Las raíces necesitan profundizar,
pensando no en lo más fácil, ni en lo más cómodo, sino en lo necesario. Lo
importante no es la facilidad del momento presente, sino la capacidad de
enfrentar los vendavales del mañana.
J.
Jauregui
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