"Apareció una figura portentosa
en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce
estrellas" (Ap 11,19). Maravillado y transido de belleza canta el poeta:
“¿A
dónde va, cuando se va la llama?
¿A
dónde va, cuando se va la rosa?
¿Qué
regazo, qué esfera deleitosa,
¿qué
amor de Padre la abraza y la reclama?.
Esta
vez como aquella, aunque distinto;
el
Hijo ascendió al Padre en pura flecha.
Hoy
va la Madre al Hijo, va derecha
al
Uno y Trino, el trono en su recinto..
No
se nos pierde, no; se va y se queda.
Coronada
de cielos, tierra añora
y
baja en descensión de Mediadora,
rampa
de amor, dulcísima vereda”.
«La que concibió en su seno virginal y trajo al mundo
al Hijo de Dios, Verbo Eterno, experimenta hoy la perfecta glorificación del
alma y del cuerpo en el tabernáculo de la Santísima Trinidad. Y nuestros
corazones, como siempre, también hoy, pero hoy más que nunca, se dirigen a Ella
con toda la sencillez y la confianza de los niños. ¡Alegrémonos por la eterna
gloria de la Madre de Cristo y Madre nuestra!» (Beato Juan Pablo Magno).
En la Virgen María, elevada el cielo, resplandece la victoria
definitiva de Cristo sobre la muerte.
Ilumina tú, Mujer fiel, a la humanidad de nuestro tiempo,
para que comprenda que la vida de todo hombre no se extingue en un puñado de
polvo, sino que está llamada a un destino de felicidad eterna.
Solemnidad
la Asunción de la santísima Virgen María al
cielo. Este es un día de esperanza y de luz,
porque todos los hombres, peregrinos en la tierra, pueden vislumbrar en María
"el destino glorioso" que les espera.
Hoy contemplamos a la Esclava del Señor envuelta en un resplandor regio en
el Paraíso, adonde nos ha precedido también con su cuerpo glorificado. La
contemplamos como signo de esperanza segura. En efecto, en María se cumplen las
promesas de Dios a los humildes y a los justos: el mal y la muerte no tendrán
la última palabra.
La tradición cristiana, como sabemos, ha colocado en el centro del verano
una de las fiestas marianas más antiguas y sugestivas, la solemnidad de la
Asunción de la santísima Virgen María. Como Jesús resucitó de entre
los muertos y subió a la diestra del Padre, así también María, terminado el
curso de su existencia en la tierra, fue elevada al cielo.
La liturgia nos recuerda hoy esta consoladora verdad de fe, mientras canta
las alabanzas de la Virgen María, coronada de gloria incomparable.
"Una gran señal apareció en el cielo -leemos hoy en el pasaje del
Apocalipsis que la Iglesia propone a nuestra meditación-: una mujer,
vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas
sobre su cabeza" (Ap 12, 1). En esta mujer resplandeciente de luz los
Padres de la Iglesia han reconocido a María. El pueblo cristiano en la historia
vislumbra en su triunfo el cumplimiento de sus expectativas y señal de su
esperanza cierta.
María es ejemplo y apoyo para todos los creyentes: nos impulsa a no
desalentarnos ante las dificultades y los inevitables problemas de todos los
días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar
"en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (cf. Col 3, 2). En
efecto, inmersos en las ocupaciones diarias, corremos el riesgo de creer que
aquí, en este mundo, en el que estamos sólo de paso, se encuentra el fin último
de la existencia humana.
En cambio, el cielo es la verdadera meta de nuestra peregrinación terrena.
¡Cuán diferentes serían nuestras jornadas si estuvieran animadas por esta
perspectiva! Así lo estuvieron para los santos: su vida testimonia que
cuando se vive con el corazón constantemente dirigido a Dios, las realidades
terrenas se viven en su justo valor, porque están iluminadas por la verdad
eterna del amor divino.
Que María obtenga para todos sentimientos de comprensión, voluntad de
entendimiento y deseo de concordia.
Compartido en nuestras redes. Amén
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