porque le
oí, muy dentro, que insistente me llamaba,
aquél, que me invitó a seguirle a donde fuera,
aquél, que me sedujo locamente,
por quien dejé mis redes soñadoras,
es hoy también el mismo en el que creo,
el mismo en quien confío y a quien sigo,
a pesar de mil dudas y quebrantos,
de cansancios oscuros,
tropiezos y reservas.
Creo en Jesús, mi impulso y mi destino,
mi punto de partida, mi horizonte,
mi sueño y mi término seguro.
Nadie como tú me ha convencido.
Nadie como tú marcó mi vida:
ni héroe, ni sabio,
ni líder, ni poeta.
Ni libros ni teatros,
ni historias ni películas
ni crisis ni aventuras,
ni viajes ni retornos,
ni gritos ni blasfemias,
ni horrores ni desgracias,
ni chistes ni sarcasmos,
ni burlas ni silencios,
ni luces ni luceros,
ni gozos ni delirios
me apartaron de ti.
A ti me arrimo.
Te conozco.
Te quiero y necesito.
Te espero y acompaño.
De ti me fío.
A ti me entrego.
Y me unges de nuevo
la vida con tu gracia.
aquél, que me invitó a seguirle a donde fuera,
aquél, que me sedujo locamente,
por quien dejé mis redes soñadoras,
es hoy también el mismo en el que creo,
el mismo en quien confío y a quien sigo,
a pesar de mil dudas y quebrantos,
de cansancios oscuros,
tropiezos y reservas.
Creo en Jesús, mi impulso y mi destino,
mi punto de partida, mi horizonte,
mi sueño y mi término seguro.
Nadie como tú me ha convencido.
Nadie como tú marcó mi vida:
ni héroe, ni sabio,
ni líder, ni poeta.
Ni libros ni teatros,
ni historias ni películas
ni crisis ni aventuras,
ni viajes ni retornos,
ni gritos ni blasfemias,
ni horrores ni desgracias,
ni chistes ni sarcasmos,
ni burlas ni silencios,
ni luces ni luceros,
ni gozos ni delirios
me apartaron de ti.
A ti me arrimo.
Te conozco.
Te quiero y necesito.
Te espero y acompaño.
De ti me fío.
A ti me entrego.
Y me unges de nuevo
la vida con tu gracia.
-.-
V. M.
·Arbeloa
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