El Señor
te bendiga y te proteja, ilumine su Rostro sobre ti y te conceda su favor; el
Señor se fije en ti y te conceda la paz (Nm 6, 22-27)
Hermosa
bendición que dijo el Señor a Moisés para trasmitir al pueblo de Israel, y, por
ende, a nosotros, su nuevo pueblo. Y en la liturgia cristiana, la Iglesia ha
querido enviarla el primer día del año a todos los fieles.
Fijémonos
por un momento en los términos de la bendición. La bendición es un término que procede de:
bendición = decir bien de alguien. Así el Señor dice bien de nosotros, nos
bendice, nos acompaña siempre, está a nuestro lado.
Y se nos
habla del Rostro de Dios. El rostro de cualquier persona ya nos está diciendo
cómo se encuentra su alma; en español decimos que “la cara es el reflejo del
alma”; y es verdad, podemos intuir por su rostro su estado ánimo; no podemos
conocer los problemas o inquietudes por las que atraviesa su alma, pero sí
podemos deducir que su alma está feliz o está inquieta.
Y la
bendición de Dios sobre su pueblo, tal y como la transmite a Moisés es la de iluminar
su Rostro sobre nosotros. Recordemos que cuando Moisés hablaba con Yahvé en la
Tienda del Encuentro, salía transfigurado, con el rostro iluminado.
Y de la
misma forma, en el episodio de la Transfiguración de Jesucristo en el Monte
Tabor ante sus discípulos - Pedro, Santiago y Juan -, el Rostro de Jesús se
volvió de un blanco de tanto resplandor,
como ningún batanero lo podría dejar, dice textualmente el Evangelio.
Hay un
libro que se titula: DIOS EXISTE, YO ME LO ENCONTRE de André Frossard, que
narra su propia experiencia de Luz en una “revelación de tipo Paulino”. Él
cuenta su vida totalmente atea en los años de la primera guerra mundial en un
pueblecito del sur de Francia. Y narra su propia experiencia de conversión que
dura CINCO MINUTOS. ¡No! ¡ No es una errata! Dura cinco minutos. En los últimos
párrafos del libro dice textualmente: “…el cielo se abre, se eleva, se alza de
pronto, fulguración silenciosa, de esta insospechada capilla en la que estaba
misteriosamente incluido…”Se refiere a la visión de la Hostia consagrada y
expuesta en el altar de una iglesia en la que había entrado un compañero y de
la que él se había quedado a la puerta. Y continúa su exposición:”…es un
cristal indestructible, de una luminosidad casi insostenible (un grado más me
aniquilaría), y más bien azul. Un mundo distinto de un resplandor y una
densidad que despiden al nuestro a las sombras frágiles de los sueños
incompletos. Es la evidencia de Dios. La evidencia hecha presencia y hecha
Persona, de Aquel a quien yo había negado un momento antes…”
Continúa
el libro de los Números: el Señor se fije
en ti y te conceda la paz. Y es que el Señor se ha fijado en ti y en mí; y
sin ningún mérito por nuestra parte. Así es Dios: es el Amor puro, único y
personificado. Que elige a sus ovejas, y las llama por su nombre: Que Él un día
nos pueda decir: “…esta o esta, es mi hijo/@ en quien me complazco…”
Y nos
concede la Paz: no como la da el mundo
(Jn 14,27). Los judíos dicen: SHALOM, que es una paz que cae sobre nosotros
con toda la fuerza de la Paz de Dios.
Pues que
esta hermosa bendición nos acompañe en este primer día del año que comienza,
viviendo siempre en la presencia de Jesucristo y su santo Evangelio
Alabado
sea Jesucristo
Tomás
Cremades
(Del libro DIOS EXISTE, YO ME LO ENCONTRE de André
Frossard) de la Editorial Rialp
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