El episodio narra el Evangelio que conocemos de la “Multiplicación de los panes y de los
peces”. El pueblo hambriento de la Palabra de Jesucristo, se olvida de
comer, pero Él, que ama al hombre y conoce sus necesidades, corporales y
espirituales, se ocupa de aquellas, sin desatender lo más importante, que es el
Pan de su Palabra. Y ante la llamada de los Apóstoles a Jesús para despedir a
la gente que le escuchaba, Él les dice: “…
Dadles vosotros de comer…”. Y desde entonces, por el poder que Jesucristo
ha dado a los sacerdotes de consagrar el pan y el vino para que, por medio del
Espíritu Santo se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, y se
repartan a los fieles.
Hasta aquí, todo ello es conocido por los fieles
que son llamados por Él a gozar ya en la tierra de los Bienes del Cielo, bajo
la forma de las Especies Consagradas.
Pero hay algunos sacerdotes, en algunas iglesias,
incluso con el beneplácito de los fieles, que dejan sobre el altar el
Copón y el Cáliz con las sagradas
Formas, de tal manera que los mismos fieles se las administran. En la instrucción
Immensae
caritatis (1973), la Iglesia autoriza a algunos laicos a ejercer como
ministros extraordinarios de la Eucaristía, para facilitar el acceso al
Sacramento. Pero en los tratados de Liturgia se dice explícitamente que:”…No se puede dejar el cáliz o la patena
sobre una mesa o altar para que los fieles se acerquen a la Comunión y vayan
tomando para sí la Eucaristía. El servicio es de persona a persona, y forma
parte de la sacramentalidad de la Eucaristía. (Peter J. Elliott. Tratado de
Liturgia nº 605 pag 189)”.
Este ministerio SOLO se puede realizar por el sacerdote, diácono o ministro
extraordinario de la Eucaristía.
Amemos nuestra Liturgia, muy rica en expresiones y
signos que nos ayudan a comprender el Misterio que Dios ha depositado en manos
de las personas autorizadas, representantes de los apóstoles, y cumplamos su
mandato: “…Dadles vosotros de comer…”
Sin embargo, todos somos llamados a poder repartir
el Pan de su Palabra, al anuncio del Evangelio. Y, como dice san Pablo: “… A tiempo y a destiempo…”
(2 Tim 4,2)
Nos urge el tiempo que se nos va; no podemos perder
la ocasión del anuncio del Evangelio, -
el Kerigma -, el anuncio de su Palabra. Y este anuncio no solo es con
nuestras palabras, sino, sobre todo, con nuestra vida.
Alabado sea Jesucristo,
Tomas Cremades Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario