viernes, 17 de agosto de 2018

XX Domingo del Tiempo Ordinario









La Eucaristía es verdadero alimento

El Evangelio de hoy continúa las enseñanzas de Jesús sobre el pan de vida, que es él. Hoy continúa diciendo que este pan se nos da en la Eucaristía y precisa cómo alimenta la Eucaristía.

La Eucaristía es verdadero alimento, es decir, alimento que puede mantener y hacer crecer nuestra vida espiritual y capacitarla para llegar a la plenitud eterna. Es además alimento necesario, no se trata de un lujo espiritual que se puede permitir una persona sino de una necesidad real para alimentarse y llegar a la plenitud: “Os aseguro que si no coméis mi carne y bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros, el que come tiene vida eterna, (porque) yo lo resucitaré en el último día”.

Jesús explica esta necesidad mostrando cómo alimenta: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.  La palabra “comunión” expresa muy bien lo que sucede: se llega a una intimidad mutua con Jesús, que consuma la unión que ya creó el bautismo (por eso la Eucaristía es posterior al bautismo): el bautismo injerta en Jesús y crea comunión de vida con él, de forma que el bautizado  queda inmerso en  su vida y la tiene que reproducir, ahora su vida terrena  con su muerte y después la resurrección. La Eucaristía alimenta este proceso vital. La última razón es que Jesús posee la fuente de la vida que es el Padre, ahora bien, estar unido a Jesús, es compartir con él esta fuente de vida, de felicidad y plenitud, que viene del Padre.

Esto exige digerir la Eucaristía, como en toda comida se exige digerir el alimento. Podemos ser “tragones de hostias” que no alimentan si no se digieren adecuadamente. La Eucaristía no es una comida mágica, que obra sin contar con la persona. La primera exigencia es estar en estado de  comunión con Jesús, es decir, en gracia de Dios. Es imposible que el que se encuentre en estado de ruptura con Jesús llegue a una intimidad con él si previamente no se arrepiente y pide perdón. Otra exigencia en esta línea es estado de renuncia y lucha contra el pecado venial. Una buena digestión implica comunión personal con Jesús, estableciendo una relación personal con él, de persona a persona, compartiendo sus sentimientos y deseos; esto implica igualmente unirse a su entrega al Padre. Hay que recordar que el Jesús, presente en la Eucaristía, es el que se hace presente en la consagración en su dinamismo pascual, entregándose al Padre. Comulgar implica por eso unirse a este movimiento pascual poniendo en sus manos nuestra vida concreta para que la entregue al Padre.
Por todo ello la Eucaristía es culmen y centro de la vida cristiana. Todo ello implica una preparación previa, leyendo las lecturas y preparando el compromiso concreto que vamos a poner en manos de Jesús. La Eucaristía es sacramento de la fe. Lo normal es celebrarla desde la oscuridad de la fe y esto exige preparación remota e inmediata para evitar la rutina.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

No hay comentarios:

Publicar un comentario