lunes, 6 de agosto de 2018

La calle única





Un día vas por la calle, tienes un cometido concreto, haces tu gestión y te quedas en ese lugar un tiempo más porque algo o alguien “te sujeta como si te diera la mano”

… Y vuelves allí una y otra vez, guiado por una fuerza que no sé determinar.  

Nada de lo que vas descubriendo en “esa calle” estaba en tus planes y sin embargo, se convierte en un nuevo plan de vida. Su recorrido es especial, sus letreros luminosos te atrapan y te invitan a adquirir “cosas” que no tenías en casa, pero tan necesarias…    
    
Largo y lento es el trayecto, pero es mejor así, porque está lleno de escaparates y reclamos en alta voz.  Hay tanto que mirar… Todo es gratis, te puedes llevar muchas veces el mismo regalo y compartirlo con quien tú quieras, no hay problema, “la mercancía” se repone automáticamente para todos los que quieran pisar esa “calle única”. 

Cada “tienda” es novedosa en sus artículos. No puedes imaginarte el papel con que te envuelven los obsequios, se llama papel Biblia, es suave y se desliza entre tus dedos, pero muy frágil, a veces se rompe para dejar caer el amado regalo. No te preocupes, lo puedes volver a conseguir, solo tienes que pasar de nuevo por “la calle única”.

Sabes que los baches del empedrado aumentarán sin duda, es la ley del “asfalto”, pero ahora será diferente. Tu actitud ha cambiado, ya no hay desesperación ni heridas que no entiendas, porque en cada esquina y hasta el final de la “calle”, donde Alguien te espera, encontrarás un cirineo, un gran pedazo de paz y un brote de fe, que no conocías.        

Emma Díez Lobo


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