Un día vas por la calle, tienes un
cometido concreto, haces tu gestión y te quedas en ese lugar un tiempo más
porque algo o alguien “te sujeta como si
te diera la mano”
… Y vuelves allí una y otra vez, guiado por una fuerza que
no sé determinar.
Nada de lo que vas descubriendo en “esa calle” estaba en tus planes y sin
embargo, se convierte en un nuevo plan de vida. Su recorrido es especial, sus
letreros luminosos te atrapan y te invitan a adquirir “cosas” que no tenías en
casa, pero tan necesarias…
Largo y lento es el trayecto, pero es
mejor así, porque está lleno de escaparates y reclamos en alta voz. Hay tanto que mirar… Todo es gratis, te
puedes llevar muchas veces el mismo regalo y compartirlo con quien tú quieras,
no hay problema, “la mercancía” se repone automáticamente para todos los que
quieran pisar esa “calle única”.
Cada “tienda” es novedosa en sus artículos. No puedes imaginarte el
papel con que te envuelven los obsequios, se llama papel Biblia, es suave y se
desliza entre tus dedos, pero muy frágil, a veces se rompe para dejar caer el
amado regalo. No te preocupes, lo puedes volver a conseguir, solo tienes que
pasar de nuevo por “la calle única”.
Sabes que los baches del empedrado
aumentarán sin duda, es la ley del “asfalto”, pero ahora será diferente. Tu
actitud ha cambiado, ya no hay desesperación ni heridas que no entiendas, porque
en cada esquina y hasta el final de la “calle”, donde Alguien te espera, encontrarás un cirineo, un gran pedazo de
paz y un brote de fe, que no conocías.
Emma
Díez Lobo
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