Opción por el
Cristo real, el eucarístico
La Eucaristía resume todo el cristianismo. Es la
presencia real y efectiva, pero encarnada del Hijo de Dios que se entrega a los
hombres. Por ello optar por la Eucaristía implica una religiosidad específica,
caracterizada por:
* El amor total al Padre y la entrega incondicional para hacer su
voluntad.
* Una unión efectiva y afectiva con Jesús, cuya vida se comparte.
* El amor total al hermano, con una entrega hasta la muerte.
* Una actitud de servicio oculto y humilde.
* Un espíritu comunitario y eclesial, pues la Eucaristía ha sido
encomendada a la Iglesia.
* La prontitud para compartir.
* El uso de medios pobres.
* La opción por los pobres.
Por todo ello toda deformación de la Eucaristía es
un ataque a la esencia del cristianismo. La tentación constante del cristiano
es rebajar y deformar el concepto de Eucaristía para conformarlo con su
mediocridad, de forma que la Eucaristía no le cree problemas de conciencia y se
convierta en premio de su vida. Pero de esta forma está negando que la
Eucaristía sea alimento pues él de hecho no necesita de ninguno; la Eucaristía
sería el premio que Dios concede a sus buenas obras...
Jesús se hace presente en la Eucaristía como
alimento, lo que implica que necesitamos
alimentar nuestras fuerzas para vivir como hijos y hermanos. El
destinatario de la Eucaristía es el pecador arrepentido, que quiere vivir en el
amor total, pero se siente débil y necesita constantemente fortalecerse para
pensar, sentir y actuar como Jesús. Es una necesidad, no un lujo y menos un
premio.
Por todo ello la Eucaristía pertenece al mundo del
Espíritu, que capacita para comprender estos valores y para llevarlos a la
vida. Con el poder del Espíritu todo es posible. Sin él todo esto resulta “un
lenguaje duro” y sin sentido.
En la celebración de la Eucaristía hay dos momentos
importantes: el primero tiene lugar en la consagración, cuando Jesús se hace
dinámicamente presente, ofreciéndose al Padre. Es el momento en que pedimos al
Espíritu que nos conceda unirnos a su entrega al Padre (segunda epíclesis). El
segundo es la doxología final, momento cumbre, en que, unidos a Cristo,
glorificamos al Padre. Participar vitalmente estos momentos es realmente
participar la Eucaristía.
Hoy la liturgia recuerda dos opciones, la que hicieron los
israelitas en Siquén (primera lectura), después de la conquista y antes de
separarse e irse cada uno a su territorio, eligiendo dar culto a Yahvé y
rechazar a los ídolos, y la que hizo Pedro en nombre de los Apóstoles. En este
contexto invita a cada uno de los celebrantes a renovar la opción por el Cristo
eucarístico
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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