los valores del corazón condicionan el conocimiento
de Jesús
Jesús anuncia de nuevo su muerte y resurrección y
los discípulos no entienden nada. Más adelante se explica por qué no entendían:
estaban discutiendo sobre quién era el más importante. El evangelista invita
con esto a plantearse cómo se conoce a Jesús, qué facilita el conocimiento y
qué lo impide. Responde diciendo que facilitan o impiden los valores o
antivalores que dominan en el corazón.
En este caso concreto Jesús aparece hablando de muerte y ellos hablando de honores...
¡imposible entenderse! Realmente es el entendimiento el que tiene capacidad de
comprender, pero está fuertemente condicionado por los valores y antivalores
del corazón: cada uno entiende lo que le
conviene. Por ello, después de cada uno de los anuncios de la muerte y
resurrección de Jesús, ninguno comprendido por los discípulos, Marcos expone
enseñanzas de los valores que facilitan la comprensión y de los antivalores que
la impiden. De entre todos ellos se subraya positivamente la necesidad de una
decisión firme por Jesús – no jugar a seguirle- y negativamente el orgullo y la
ambición.
Es Importante vivir en la verdad siguiendo al
auténtico Jesús, superando el engaño de crearnos un Jesús a nuestra imagen y
semejanza, a quien decimos seguir sin que nos complique la vida. El auténtico
Jesús, el que habla de muerte y resurrección, siempre complica la vida. Los
destinatarios primitivos para los que san Marcos escribió su evangelio, estaban
a punto de caer en esta tentación, creándose un Jesús triunfante que libra a
sus seguidores de todo problema. Esta falsa creencia solo fue causa de problema
para ellos, pues el Cristo real no solo no libera de los problemas que trae
consigo el seguimiento sino que crea más. El Jesús real ofrece felicidad ¡con
persecuciones! y después la vida eterna (Mc 10,30).
Si Jesús es el Mesías sufriente (primera lectura),
que entrega su vida por los demás, su seguidor tiene que seguir este camino. De
aquí la enseñanza contenida en la escena del niño: ser como niño y servir a los
niños. El niño es naturalmente pequeño, es decir, es pura debilidad y la
primera conciencia que adquiere es precisamente de que es débil, por lo que
depende con naturalidad de los demás. Así debe ser el discípulo de Jesús: por
una parte, ha de ser humilde como niño y, por otra, ha de dedicarse a servir a
los niños.
Debe ser radicalmente humilde, consciente de su
debilidad física y moral, por lo que evita la autosuficiencia y sabe depender
de los demás y recibir su ayuda. No significa esto perder la autoestima, que es
necesaria, sino valorarse en la justa realidad, ni más ni menos, y no andar en pos de grandezas postizas.
“Quién no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc 10,15).
Por otra parte, ha de servir al niño. En el relato
de hoy Jesús besa al niño y lo coloca en el centro, el puesto de honor,
enseñando que el pequeño tiene que estar en el centro de honor de la comunidad
cristiana. “Quien quiera ser primero, que sea el último y el servidor de
todos”. La comunidad cristiana tiene que desechar todo tipo de honores humanos,
porque no es una sociedad de honores e inciensos mutuos, sino una sociedad de
servicios mutuos en la que la categoría de la persona se mide por su capacidad
de servicio. Cuando Jesús habla de niño
se refiere naturalmente a los niños, pero también a todo tipo de pequeños en la
comunidad, pequeños en la fe y pequeños sociológicos. Todos ellos son
destinatarios privilegiados de la misión de la Iglesia, como lo fue de Jesús.
La opción por los pobres es connatural con la Iglesia. Al comienzo de curso es
importante para todos plantearse el servicio a los niños y a todos los miembros
débiles de la comunidad, los pobres sociológicos y los débiles en la fe,
necesitados de un acompañamiento paciente. En la medida en que lo hagamos,
iremos conociendo al auténtico Jesús.
En la celebración de la Eucaristía nos
unimos y compartimos el servicio de Jesús, el que da su vida por nosotros, el que se dirige especialmente a los “niños”
y el que es ahora el primero porque en su ministerio terreno fue el último,
hasta morir en la cruz.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
No hay comentarios:
Publicar un comentario