Yo soy Israel, soy pueblo de Dios, pero
no israelita que es bien diferente.
Últimamente me asombra cómo los seguidores
de Dios, nos estamos uniendo de tal manera que parece un milagro, es genial. Antes
estábamos un poco dispersos y ahora… Más pegados imposible. Me encanta ver a
Dios entre nosotros diciendo: ¡Venga, no
os preocupéis, adelante, haced como los Ejércitos cuando invocaban a Santiago
en las batallas! Yo os doy mi fuerza, mi baluarte y mi tesón, como a Santiago.
Si es que… Mientras más hablan ellos en
contra, más hablamos nosotros a favor.
Es fantástico porque lo que ignoran es
que a Dios Le tenemos al frente. No hay retaguardia, todos estamos en primera
línea de fuego. Y da la causalidad de
que cuando más gritan, más silenciosamente nos unimos. Saber que estás en el
lado bueno, es un premio, la mayor gracia que nos obsequian contra su voluntad.
Es la consecuencia del empeño de estos “personajes
extraños” de hacer desaparecer a Cristo. ¡Qué efecto tan contrario! Y qué regalo
de honor y FE cada vez que nos lanzan sus maldades.
Nosotros hablamos desde el corazón y ellos
desde el rencor y el mal. Triste es ver almas tan oscuras y desviadas ¡Pobre
gente! Rezar por ellos te da una altura que hasta sientes que rayas la vanidad.
Somos un batallón de pastores, santos,
ángeles, discípulos y ovejas por toda la tierra unidos como en tiempos de la Roma
antigua… Por Bandera, una Madre Protectora y por Caudillo, el más Grande del
universo ¡Dios!
¡Qué suerte, pueblo de Israel, lo
tenemos todo!
Emma
Díez Lobo
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