Sin obras no existe la Fe porque la Fe
es hacer, obrar, trabajar, compartir con los demás en la medida y manera que
Dios se hace valer en nosotros. ¿Le sientes?
¿Te importa la gente? Que te importe; ¿te
importa bendecir? Bendice; ¿te preocupa que las almas se salven? Ayúdales; ¿ves
soledad? Acompáñales; ¿sufrimiento? Mitígalo; ¿deseas que el mundo cambie? Reza;
¿te duele la desgracia ajena? Involúcrate; ¿quieres salvarte? Su ministro -alter
Christus- te perdonará en su Nombre.
La Fe nace de las obras que hagas; por
ti, lo hará la Fe de los otros. Si no ves así la vida, no conoces a Dios. Creer
no es saber que Dios se hizo Hombre y ya, es mirarte en el prójimo y sentirle.
No existe Santo sobre la tierra que no
haya trabajado por las almas. Todos, absolutamente todos, vivieron para otros,
sufrieron por otros, trabajaron para otros y evangelizaron. ¡Tanto desvelo por
las almas!
Si no haces mal pero tampoco bien -fuera
de tu refugio-, no estás haciendo nada.
Imitar a Cristo es llevar sus Palabras
contigo ¿las llevas? Él no descansaba, Él se preocupaba por todos menos de sí
mismo… Si no es así y te refugias en tu guarida, no puedes hablar de Fe sino de
ti.
¿Pues qué mérito tiene amar entre los
que se aman? Ante Dios, ninguno. Él vino por los que no son capaces de sentir a
su prójimo.
¿Llevarás al cielo aunque solo sea un
alma? Piénsalo y actúa. Si eres hijo de Dios, revélale, da Testimonio.
Emma Díez Lobo
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