martes, 4 de diciembre de 2018

En la inauguración del Año Jubilar en el centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús


Cerro de los Ángeles, 2 de diciembre de 2018
Con la apertura de la Puerta Santa y esta celebración eucarística comenzamos un Año Jubilar, un Año de Gracia, que nos ha concedido el Santo Padre, el Papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica.

Nos ha movido a pedir este Año Santo la memoria de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que en 1919 hiciera el Rey Alfonso XIII en este mismo lugar, hace ahora cien años. No es nuestra intención mirar al pasado con estéril nostalgia, pero sí con agradecimiento, con un corazón agradecido por los beneficios que por siglos hemos recibido del Señor, y que en nuestra España se han traducido en frutos de santidad: santos confesores de la fe, santos maestros orantes, santos misioneros, santos mártires, santos de la caridad.

Al mirar a lo que aconteció aquí hace un siglo, estamos mirando también a nuestro presente. Sabemos bien que las circunstancias sociales, políticas, culturales, y hasta religiosas de hoy no son las mismas de aquellas de los primeros años del siglo pasado. Todo ha cambiado sin duda, pero no podemos dudar que permanece el amor de Dios que vemos simbolizado en su Corazón, y la necesidad de consagrarnos y consagrar España a este Misterio. Mirando a nuestro corazón y mirando al corazón de la sociedad en la que vivimos es fácil entender que necesitamos a Dios, que necesitamos que venga con nosotros, que necesitamos descansar en Él y dejar que cure nuestras heridas.

Hoy comenzamos un camino de preparación a la renovación de la Consagración de España al Corazón de Jesús que celebraremos Dm el próximo día 30 de junio de 2019 en este mismo lugar donde se venera su imagen. Este Año pretende también avivar el deseo de que Cristo reine en los corazones y reine también en las relaciones y estructuras sociales; admitimos que España es plural, que son muchos los que no creen o profesan otro credo; no pretendemos imponer nada, pero sí es legítimo, y para nosotros necesario desear el bien para todos y el bien para España, y estamos convencidos que Cristo es la Palabra, que es la respuesta, que es el sentido, en expresión del Apóstol de las gentes, que “Cristo es con mucho lo mejor”; por esto, simplemente por esto, queremos consagrarnos y consagrar España al misterio de su Corazón. El Concilio nos lo ha recordado con gran belleza al enseñarnos que el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, y “esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (GS, 22).

El acontecimiento que hoy comenzamos, y que se prolongará hasta la próxima solemnidad de Cristo el Rey, el 24 de noviembre del próximo año, es un momento espiritual, un evento estrictamente religioso, en el que estamos llamados a profesar y renovar nuestra fe, a celebrar los misterios del Señor, especialmente en la Eucaristía y en la Reconciliación, y a vivir la fraternidad en la caridad. Será una nueva oportunidad para detenernos en la contemplación del rostro de Cristo, para entrar en el misterio de su Corazón y dejar que su amor renueve nuestra vida. Ojalá aprovechemos este tiempo de gracia que se nos ofrece para ir a lo esencial, para no perdernos en lo que no lo es.

Nos preside la impresionante imagen del Corazón de Jesús colocada en el centro geográfico de España, y al mirarla recordamos que “hablar del Corazón de Cristo es hablar de Jesucristo resucitado vivo de Corazón palpitante que nos ama ahora, que ahora está cerca de nosotros, que envuelve cada uno de los detalles de nuestra vida, y que ahora es sensible a nuestra respuesta de amor” (L. Mendizabal. La consagración al Corazón de Cristo, p. 9). En este Año celebramos a Cristo, celebramos la vida que Él nos da, y apoyados en Él queremos renovar nuestra vida cristiana y eclesial. Por esto, la Iglesia del Señor que camina en Getafe quiere hacer de este Año Jubilar una oportunidad de renovación de la vida cristiana y de renovación de nuestra vida diocesana. Necesitamos ser testigos auténticos y creíbles del Señor en este Sur de Madrid, necesitamos ser discípulos misioneros, y mostrar a todos la belleza de la comunión y hacerlos participes de la salvación que recibimos de Dios. En el Corazón del Señor cabemos todos y en Él quisiéramos encontrar a todos. Este es el gozo que queremos compartir con todas las iglesias de España, todas ellas están invitadas a participar de este Año santo.

El lema que hemos escogido para el Año Jubilar – “Sus heridas nos han curado”- nos hace, desde las heridas del Salvador, mirar a las heridas de los hombres. Las heridas del Señor nos han curado, nos curan cada día del aguijón del pecado, y nos hacen ser nosotros instrumentos y portadores de esta curación para los demás.

Santa Maravillas de Jesús sintió una llamada fuerte y apremiante a fundar en este monte un Carmelo. El Señor le dice: “España se salvará por la oración”. Esta puede ser nuestra pequeña gran aportación a la salvación de España: rezar. Rezar por todos, los de lejos y los de cerca, por las necesidades de los hombres, por sus pobrezas y esclavitudes, sabiendo que el Señor siempre escucha nuestra oración. Como han hecho muchas generaciones anteriores a nosotros, digamos con verdadera fe: “Sagrado Corazón de Jesús en ti confío”. Repitámoslo desde el corazón. Confiemos de verdad en el Señor.

Por último, quiero agradecer de corazón a todos los que están haciendo posible la celebración de este Jubileo poniendo su tiempo y sus energías en que el Corazón de Jesús sea cada vez más conocido y amado, para que siempre nos mantenga en su santo servicio.
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Getafe


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