En 2019 se cumplen 100 años de la Carta Apostólica Maximum
illud del papa Benedicto XV. Para celebrar dicho centenario, el
papa Francisco ha convocado y declarado el mes de Octubre de 2019, como Mes
Misionero Extraordinario. Con él, el Santo Padre quiere despertar la
conciencia de la misión evangelizadora en nosotros, alimentar el ardor de la
actividad evangelizadora de la Iglesia, y retomar con nuevo impulso la responsabilidad
de proclamar el Evangelio de todos los bautizados. Este acontecimiento nos
urge y nos invita a reflexionar sobre la misión en el corazón de fe cristiana.
La
Iglesia es por naturaleza misionera, si no lo fuera no sería la Iglesia de
Cristo, por eso tenemos que hacernos preguntas sobre nuestra identidad
cristiana y sobre nuestras responsabilidades, en medio de un mundo herido por
tantas frustraciones, preguntas como estas: ¿Cuál es el fundamento de nuestra
misión? ¿Cuál es el corazón de la misión y cuáles son las actitudes vitales que
esta misión nos pide?
La
misión de la Iglesia se fundamenta en la fuerza transformadora del Evangelio
que, como buena noticia, trae consigo una alegría contagiosa, ofreciendo una
nueva vida, la de Cristo, que se convierte en camino, que nos invita a seguirlo con confianza y
valor y desde este seguimiento experimentamos la verdad y recibimos la vida, que consiste en la plena comunión con el Padre
en la fuerza del Espíritu.
La
misión de la Iglesia, y a través de ella Jesucristo, es seguir evangelizando y
actuando. La misión representa el kairós,
el tiempo propicio de la salvación en la historia y quienes lo acogen por la fe
y el amor, experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu. No se trata,
por tanto, de propaganda ni de una ideología religiosa.
Como
decía el papa Benedicto XVI, no se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
persona, que da un nuevo horizonte a la vida y una orientación decisiva.
El
mundo actual necesita el Evangelio de Jesucristo, necesita encontrar con
Jesucristo algo realmente esencial para su vida. Jesucristo, a través de la
Iglesia, continúa la misión curando las heridas sangrantes de la humanidad
como Buen Samaritano.
La
misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo, de
continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida y de las
diversas experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia desde donde
experimentará su condición de exiliado en camino hacia la patria final.
La
misión está diciendo a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino un h
u m i l d e instrumento y una mediación del Reino, y que, para conseguir
serlo, deberá, tantas veces, ser una Iglesia accidentada, herida y manchada
por salir a la calle y no una Iglesia enferma, cómoda, que se aferra a sus
propias seguridades.
La
misión evangelizadora de la Iglesia, y de cada uno de nosotros, jóvenes,
adultos, familias, sacerdotes, y religiosos, donde quiera que cada uno se
encuentre; cada cual es un buen instrumento para suscitar en cada comunidad
cristiana y en cada seguidor de Jesús, el deseo de salir de sus propias
seguridades para entregarse del todo y sin condiciones a la tarea
evangelizadora y misionera; de anunciar a todos los hombres de todos los
tiempos y lugares la Buena Noticia de Jesús y su mensaje salvador.
Que
Jesús, el más grande de los evangelizadores de todos los tiempos, nos ayude a
todos a tener un nuevo celo y un nuevo ardor de resucitados, para llevar a
todos el Evangelio de la vida y la audacia necesaria para buscar y encontrar
nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.
+ Gerardo
Melgar
Obispo
de Ciudad Real
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