domingo, 8 de septiembre de 2019

Ídolos privados



El que no renuncia a todos sus bienes…
(Lc 14, 25-33)
Hay algo que resulta escandaloso e insoportable a quien se acerca a Jesús desde el clima de autosuficiencia y afirmación personal del hombre del siglo XX. Jesús es radical a la hora de pedir un adhesión a su persona. El hombre debe subordinarlo todo al seguimiento incondicional a Jesús.
No se trata de un «consejo evangélico» para un grupo cristianos selectos o una élite de esforzados seguidores. Es la condición indispensable de todo discípulo. Las palabras de Jesús son claras y rotundas. «El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
El hombre siente desde lo más hondo de su ser el anhelo la libertad. Y sin embargo, hay una experiencia que se sigue imponiendo generación tras generación: el hombre condenado a ser «esclavo de ídolos». Incapaces de satisfacernos a nosotros mismos, nos pasamos la vida entera buscando algo que responda a nuestras aspiraciones y deseos más fundamentales.
Cada uno buscamos un «dios», algo que nos parece esencial para vivir, algo que inconscientemente convertimos en lo esencial de nuestra vida. Algo que nos domina y se adueña de nosotros profundamente. Paradójicamente, buscamos ser libres, independientes y autónomos, pero, al mismo tiempo, parece que no podemos vivir sin entregarnos a algún «ídolo» que oriente y determine nuestra vida entera.
Estos ídolos son muy diversos. Dinero, salud, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda costa… Cada uno sabe el nombre de su «dios privado» al que da culto y rinde secretamente su ser.
Por eso, cuando en un gesto de «ingenua libertad» hacemos algo «porque nos da la gana», debemos preguntarnos honradamente qué es lo que en aquel momento nos domina y a quién estamos obedeciendo en realidad.
La invitación de Jesús es provocativa. Sólo hay un camino para acercamos a la libertad y sólo lo entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida humana, y servir desinteresadamente a los hombres sentidos como hermanos.
Ed. Buenas Noticias

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