¡Anda que tienen
que ver! Nada en absoluto, Uno es real y eterno, el otro, aunque es visible y
le tenemos a todas horas con colores de todas marcas, no sirve más que para un
tiempecito y, lo peor, te puede hundir... Ya me decía mi madre “hija no acumules cosas que tendrás que abandonar”. ¡Cuánta
razón!, nada me llevaré de la tierra pero sí muchos disgustos...
El Espíritu de Dios
no da disgustos, no tiene colores pero sirve para todo. ¿Os acordáis de Pepito
grillo?, pues “parecido” es el Espíritu de Dios, es la Persona que nos envía a nuestra
conciencia y en cuanto abres la boca, callas o actúas, se hace visible ¡Se nota
cantidad!
Es mirar más allá
del espejo y no decir “¡Uy, un grano gordo, qué horror!”, sino salir del yo y aliviar
las heridas de los demás ¡Tenemos tantas! El de la tierra en cambio, te compra
espejos, te viste de “luces” y te regala una lengua de serpiente...
En el Libro que
Jesús nos dejó está la solución al espíritu de la tierra, solo tenemos que empaparnos
de sus Palabras y hacer lo mismo que Él.
¡Claro que no
siempre somos geniales!, pero recemos para serlo porque si la Tercera Persona de Dios no ocupa el alma, lo ocupará la primera
de Satán, tan real como Dios.
Por tanto ¡Cuidado!,
no dejemos demasiados huecos libres tal que quesos de Gruyere, que aunque está
buenísimo, la mitad son agujeros...
Emma Diez lobo
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