jueves, 28 de octubre de 2021

El espíritu de Dios y el de la tierra

 

                                        

¡Anda que tienen que ver! Nada en absoluto, Uno es real y eterno, el otro, aunque es visible y le tenemos a todas horas con colores de todas marcas, no sirve más que para un tiempecito y, lo peor, te puede hundir... Ya me decía mi madre “hija no acumules cosas  que tendrás que abandonar”. ¡Cuánta razón!, nada me llevaré de la tierra pero sí muchos disgustos...

El Espíritu de Dios no da disgustos, no tiene colores pero sirve para todo. ¿Os acordáis de Pepito grillo?, pues “parecido” es el Espíritu de Dios, es la Persona que nos envía a nuestra conciencia y en cuanto abres la boca, callas o actúas, se hace visible ¡Se nota cantidad!   

Es mirar más allá del espejo y no decir “¡Uy, un grano gordo, qué horror!”, sino salir del yo y aliviar las heridas de los demás ¡Tenemos tantas! El de la tierra en cambio, te compra espejos, te viste de “luces” y te regala una lengua de serpiente...              

En el Libro que Jesús nos dejó está la solución al espíritu de la tierra, solo tenemos que empaparnos de sus Palabras y hacer lo mismo que Él.       

¡Claro que no siempre somos geniales!, pero recemos para serlo porque si la Tercera Persona de Dios no ocupa el alma, lo ocupará la primera de Satán, tan real como Dios.

Por tanto ¡Cuidado!, no dejemos demasiados huecos libres tal que quesos de Gruyere, que aunque está buenísimo, la mitad son agujeros...          

    Emma Diez lobo

 

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