Hasta el hombre más
escéptico que se empecina en negar la existencia de Dios percibe, a pesar suyo,
ráfagas de trascendencia que asaltan la fortaleza de su increencia. Ráfagas
insinuantes como por ejemplo: ¿Existe Dios? ¿Y si existiera? ¿Cómo encontrarle?
Una respuesta a estas preguntas que surgen solapadamente en el corazón de este
y todo hombre nos la da este pasaje: "En ti esta la fuente de la vida y en
tu luz vemos la luz" (Sl 36, 10).
No es que la
inspiración de este salmista convenza a los escépticos pero sí remueven sus
convicciones ateas, sin embargo algunos se asoman entre curiosos y expectantes
a la posibilidad de una vida transcendente.
Juan, en el Prólogo de
su Evangelio, nos instruye acerca de la luz a la que se refiere el salmista:
"La Palabra es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo…" (Jn 1, 9).
Es la "Luz
Verdadera" porque brilla tanto de día como de noche; es la Luz que se
impone a toda tiniebla hasta disiparla; es la Luz que contiene en sí la Vida
que todos buscamos consciente o inconscientemente (Jn 1,1-5).
P. Antonio Pavía
https://comunidadmariama.blogspot.com/
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