viernes, 22 de octubre de 2021

La misión es comunicar a Jesucristo con la vida y los gestos

 

Muchas veces hemos oído y conocido a misioneros que se encuentran en diversas partes del mundo. Nos ha atraído y admirado su entrega generosa que manifiestan con su disponibilidad y de modo especial cuando trabajan en ambientes pobres y sufrientes. También nos admiramos de los misioneros que dan tal paso a lo desconocido y además saliendo de su propio entorno familiar, social y cultural. ¡Nos fascinan! No es lo mismo el ambiente social y cultural de Europa que el ambiente de Asia, de África, de América o de Australia. Pero como el amor cristiano no tiene fronteras y el ser humano, con sus respectivas y diversas características raciales, es idéntico en el fondo de su corazón, es por ello que los misioneros no tienen dificultad de exponerse a todos con generosidad y sin distinción. Los misioneros nos invitan a ser, en nuestros ambientes propios, también misioneros. La misión es un don que recibimos en el bautismo y por tanto todos los miembros de la Iglesia somos misioneros por naturaleza y mostramos con nuestra vida y con nuestros gestos a Jesucristo que nos dice: “Así que marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuántos encontréis” (Mt 22, 9). Nadie es ajeno y todo el género humano es invitado a conocer y a seguir los mandatos del Señor.

El misionero que sigue al Señor no se avergüenza. Comunica con sencillez lo que ha visto y oído: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Act 4, 20). Hay muchas personas que creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. La fe del misionero ha de ser alternativa para los que han perdido el sentido de su existencia que es algo muy común en nuestra sociedad ávida de éxitos que se esfuman, ansiosa de felicidad que tiene su fuente en lo etéreo y en lo inexistente, buscando recursos en lo material que agobia y hastía… Éste es el mejor momento para llevar el Evangelio de Jesucristo. “El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia (…) A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos…” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, n.1). Sin Jesucristo la humanidad se deprecia y devalúa tanto que pierde la esencia propia de su humanismo. La pasión del misionero pone su acento en las palabras del Maestro que vividas con fervor y buen espíritu son medicina y esperanza para la humanidad.

El misionero no pasa de largo ante el sufrimiento humano. Sufre con el que se encuentra en el camino, sufre por amor de la verdad y de la justicia; sufre sin quejarse y se fortalece con un amor que enardece el corazón de los demás. Son los elementos fundamentales que hay en lo más íntimo del ser humano, sea de la condición que sea o de la cultura a la que pertenezca, y por tanto se han de respetar. Por eso, el misionero tiene la facultad, apoyado en el nombre de Jesucristo, de hacer resurgir el auténtico humanismo que tiene como nombre: AMOR. Sin el amor que tiene su fuente en Dios el ser humano se destruye a sí mismo. El amor es aquel que constituye el verdadero humanismo. Tantas realidades que se ponen en duda y que se llegan con petulancia a legislar, como es la vida humana desde sus inicios hasta el final, son modos de actuar que lesionan gravemente lo humano. “La vida no es un problema a resolver sino un misterio a vivir” (Soren Kierkegaard-filósofo danés del s. XIX). Y ese misterio va haciendo posible que se reconozca al ser humano como la creatura más sagrada y respetable que pueda existir.

Estamos en el tiempo de hacer honor y ser agradecidos a los misioneros. Invito a todos los fieles de nuestra diócesis que apoyemos a aquellos que están en otras regiones y países del mundo. Que apoyemos, en nuestra tierra, a todos los agentes de pastoral como son los sacerdotes, los consagrados, los catequistas y los fieles cristianos para que sigamos confiando en la misión que Jesucristo nos ha encomendado a todos. Y no olvidemos de ayudar con nuestra caridad y solidaridad económica a los más pobres y necesitados. Las Obras Misionales Pontificias nos lo agradecerán. ¡FELIZ JORNADA DEL DOMUND! ¡FELIZ JORNADA DE LOS MISIONEROS!

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

 

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