domingo, 31 de octubre de 2021

¡Sé santo y serás feliz!

 

Hoy  lunes celebramos la fiesta de Todos los Santos, y mañana    martes recordamos a los difuntos y rogamos por ellos.

Estas dos celebraciones nos pueden ayudar a creer en el destino de las personas que han constituido nuestra humanidad, y también nuestro destino y el término de la vida humana. El término no es la muerte, sino la vida. Y a la vida sin limitaciones y para siempre la denominamos “la vida eterna”, que es la felicidad en plenitud en Dios, la salvación que ya podemos empezar a experimentar durante nuestra existencia humana.

Por eso la Iglesia, en esta fiesta, nos propone la proclamación de las bienaventuranzas, de la verdadera felicidad según Jesús.

“Felices los pobres, los humildes, los que lloran, los compasivos, los limpios de corazón, los perseguidos…”

Aun así, constatamos a menudo que la experiencia inmediata y la opinión de la mayoría parecen quedar lejos de las bienaventuranzas. La felicidad, la realización personal… están condicionadas a poseer bienes, a ser famoso, a tener poder, a reír y disfrutar… al precio que sea y sin consideraciones, porque si no es así no se podrá conseguir todo eso. Los débiles, los que juegan limpio, los compasivos, los perseguidos, los humildes… ¿qué consiguen? Este es el pensar del mundo.

He oído esta opinión muchas veces. Recuerdo reuniones con jóvenes para quienes la primera reacción al sentir las bienaventuranzas era decir: “Esto no es verdad. Esto es el mundo al revés”. Y había que ayudarles a descubrir que puede parecer el mundo al revés, pero que en realidad es el mundo desde el punto de vista de Dios. Es la experiencia de Jesús.

Se nos invita a contemplar las bienaventuranzas como compromiso de Dios con la humanidad.

ü  Las bienaventuranzas, en primer lugar, manifiestan la experiencia de Jesús mismo. Él es el pobre, Él es el compasivo, el limpio de corazón, el que ofrece consuelo, el humilde, el perseguido… el feliz.

 ü  Las bienaventuranzas manifiestan el compromiso de Dios para con quienes viven en situaciones que humanamente, por sí mismas, quizás no son motivo de felicidad. Pero si Dios se hace presente con su amor se pueden “sentir” y “vivir” desde la felicidad que Dios ofrece, que es mucho más de lo que podemos definir.

 ü  Las bienaventuranzas proponen a la vez una dimensión que hay que subrayar: la recompensa de quienes ejercen misericordia con todos los que se mencionan en ellas.

Concretando:

No hace falta disfrutar de grandes riquezas ni de todos los bienes para ser feliz.

No hay que dominar ni imponerse por la fuerza para ser feliz.

No hay que “pasar” de todo el mundo y cerrarse en el caparazón del propio yo para ser feliz.

No hay que ser duro o adoptar este papel pensando evitar así todos los posibles sustos y sufrimientos para ser feliz.

No hay que ser un experto en todas las “trampas” y ennegrecer el corazón para ser feliz.

No hay que triunfar ni salir en las noticias ni en las redes sociales para ser feliz.

Incluso cuando te miren como si fueras de una especie extraña y de alguna manera te marginen por ser de Jesús… serás feliz.

Cuando se explica la historia se comentan las grandes gestas, las acciones relevantes, los personajes importantes,… y entonces pensamos que son los protagonistas de la historia. Esto pasa también hoy gracias a los medios de comunicación y en las redes digitales. Pero las bienaventuranzas nos recuerdan que el mejor tesoro de la historia humana, su aspecto más positivo, es la multitud de hombres y mujeres, jóvenes, niños de todas las razas y culturas que, de una manera u otra, las han vivido. Por eso han sido y son felices, bienaventurados, que es precisamente la proclama evangélica de Jesús.

Ah, y ser feliz según Dios… es ser santo. Por eso celebramos Todos los Santos, los del santoral de la Iglesia y los del santoral de Dios.

¡Todos los Santos, rogad por nosotros!

+ Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

 

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