Siervo de Jesucristo… este concepto, aplicado a los
tiempos actuales, a este ambiente general que rodea nuestras sociedades, a esta
mentalidad individualista que nos embarga y a las ambiciones que tenemos los
seres humanos, parece completamente en desuso. Ser siervo de Cristo. Si
observas los orígenes de la Iglesia, los primeros discípulos estaban dispuestos
a ser mártires en las arenas del circo, a sufrir persecución por Aquel que
había dado su vida por nosotros. ¿Y qué hacemos hoy, cada uno, en su vida?
Siervo de Cristo. ¿Estoy dispuesto a sufrir la
ignominia del rechazo de los que me critican mi condición de cristiano? ¿Soy
plenamente consciente de que en el mundo actual solo hay otro que pretende ser
el dueño de nuestro destino y quiere que seamos sus siervos pues fin es apartar
las almas del camino recto? Si, el mundo se mueve entre dos dueños. Uno es
Satanás, el usurpador, el destructor del alma humana, para hacernos sus siervos
desde la esclavitud. El otro es Jesucristo, el Salvador, que murió en la cruz
para redimirnos del pecado, para hacernos sus siervos desde la libertad.
Jesucristo nos quiere libres del poder de Satanás; el príncipe del mal nos
quiere esclavos para que no seamos testigos de la verdad.
Siervos de Jesucristo. Ser siervo de Cristo es tener
presente la belleza de asemejarse a Él, caminar con Él, entregarse
silenciosamente uno mismo para romper la dureza del corazón y abrirlo a la paz,
al amor, a la autenticidad, a la caridad, a la esperanza… Secretamente muchos
de los que son esclavos del mundo también desean cambiar de amo y conocer a
este otro Amo, Jesucristo.
Cristo nos amó tanto que no podemos más que
corresponder a tanto amor.
Siervos de Jesucristo. Este término, incomprendido en
la sociedad de hoy, pertenece a otro mundo que no es de aquí, proviene del
santuario celestial, es de Dios, pertenece a la eternidad. Y uno tiene que
sentirse sirvo de Cristo. Estar orgulloso de ser siervo de Cristo. Orar para
ser un auténtico siervo de Cristo. Haciéndolo así uno adquiere la felicidad
suprema. No hay nada más hermoso que servir al que te sirvió primero, al que lo
dio todo por ti. Y ese es Cristo.
RMMC
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