Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos, sabiendo que "lo mejor es enemigo de lo bueno"
Cuentan de un chino que tenía un caballo. Le dijeron “hay que ver qué suerte tienes”, y él siempre decía: “no todo es como parece...” El caballo se le escapó y los vecinos fueron a consolarle “por la desgracia”: “¿Quién dice que sea una desgracia?”, comentaba. A la semana siguiente el caballo volvió, trayendo detrás una manada preciosa de caballos. Los vecinos le felicitaron por “la suerte” … “¿quién dice que sea una fortuna?” A los dos días su hijo iba a caballo y cayendo quedó cojo. Volvieron para “consolarle”: “¿quién dice que sea una desgracia?”, les dijo también. Al cabo de poco hubo una guerra y el primogénito por estar cojo se libró de tener que ir a pelear...
Tenemos idea de lo que es bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva,
visión de conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Nos parece
muchas veces que la vida es una carrera de obstáculos, que hay una serie de
problemas ante nosotros, cada día, y que se trata de irlos superando. En cierto
modo es así, pero no podemos agobiarnos con lo que está más adelante, pues el
mucho mirar los obstáculos del mañana, el obsesionarse por lo que está aún
lejos, puede hacer que caigamos en el obstáculo que tenemos delante, el único
que existe y en el que nos hemos de fijar, para no caer: sólo existe el “aquí y
ahora”, el presente, y hemos de aprovechar la memoria del pasado como experiencia,
y la previsión del futuro como deseo o esperanza. Una de las causas de
inquietud que tenemos en nuestro mundo es ésta: que la vida es ir solucionando
problemas, a veces agobiantes porque no está en nuestra mano el resolverlos, ir
con la lengua fuera corriendo hacia una paz que nunca se alcanza... En
realidad, no es ésta la finalidad de nuestra existencia, sino ver en lo de cada
día una oportunidad para desarrollar nuestra vocación al amor, al encuentro con
Dios. Entonces, en lugar de estar inquietos, veremos la cruz de cada día, como
dice el Evangelio: “Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué
comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la
vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del Cielo,
que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial
las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién de
vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? Y acerca del
vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no
se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo
vestirse como uno de ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se
echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, ¿qué vamos a beber,
con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien
sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados. Buscad, pues,
primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por
añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá
su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad” (Mateo, cap. 6)
Mirar los lirios y los pájaros quiere decir saber contemplar, tener fe en las
palabras de Jesús, que es nuestro modelo, Camino, Verdad y Vida, que lo que de
veras cuenta es participar en esta aventura divina que es la vida. No podemos
perdernos en amarguras de pasados y miedos del futuro. La vida es un regalo de
Dios continuo, y hay que vivirla en presente, disfrutarla. Pero esto es duro
para quien se deja llevar por dos peligros o tentaciones, el remordimiento del
pasado y el miedo por el futuro. El pasado, con sus remordimientos de
"hubieras debido actuar de manera distinta a como actuaste, hubieras
debido decir otra cosa de lo que dijiste": en determinados momentos de la
vida, el casado piensa si debería haber hecho otra elección o haber escogido
otra persona... y así en todo; es el sentimiento de culpabilidad de
"hubiera debido"; pero aún peor que nuestras culpas son nuestras
preocupaciones por el futuro, esos miedos que llenan nuestra vida de "¿qué
pasaría sí?"... "¿y si perdiera mi trabajo?, ¿y si mi padre muriera?,
¿y si faltara dinero? ¿y si la economía se hundiera? ¿y si estallara una
guerra?"... Son los "si" que junto con los "hubiera
debido" perturban nuestra vida, como decía Henri J. M. Nouwen: "ellos
son los que nos tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un futuro
impredecible nos arrastre. Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora.
Dios es Dios del presente...": no existe ni el pasado (queda sólo en la
memoria, es la experiencia de la vida) ni el futuro (que forjaremos con lo de
ahora), sólo existe una realidad, la presente, y ésta es la que hemos de
afrontar. El stress famoso no viene con la abundancia de trabajo, sino con el
estado psicológico de agobio ante el trabajo: es decir no es causado por la
materialidad de tener muchas cosas que hacer sino por la sensación subjetiva de
no llegar: lo que agobian son las cosas “pendientes”. Pienso que algunas
personas, más bien perfeccionistas, tienden a esta “saturación” … una
búsqueda de la perfección enfermiza, que genera inquietud; un compararse con
los demás, hacer siempre más... Más bien deberíamos pensar que no importa ser
perfecto, que la vida no es un circo en el que hay que hacer el “¡más difícil
todavía!” sino que se trata de hacer las cosas lo mejor que podamos. No
competir con los demás, en la búsqueda del éxito, sino sacar lo mejor de
nosotros mismos. Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos,
sabiendo que “lo mejor es enemigo de lo bueno”
Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario