"Cuando
encontraba tus palabras las devoraba, eran para mí el gozo y la alegría de mi
corazón" (Jr 15,16) Jeremías más que leer la Palabra de Dios la devora, la
guarda en su corazón.
La Palabra de Dios es
Fuego. Oímos entonces a Isaías:
" ¿Quién podrá habitar
el fuego devorador? ¿Quién puede habitar con las llamas eternas? (Is
33,14b) El Fuego de Dios crea en nosotros, como en los discípulos de Emaús, que
estaban desanimados, la Fidelidad a Jesús (Lc 24,32) También la verdadera
adoración... (Jn 4,23-24)
Volvemos a Jeremías y
vemos estremecidos su relación entre su Fidelidad a Dios y el Fuego que le
habitaba. Llamado y seducido por El para anunciarle, pronto se da cuenta de que
a Israel no le interesa su predicación, solo el culto y piedades externas en el
Templo. Por ello fue objeto de todo tipo de desprecios. Entonces decidió no
profetizar más, pero como él mismo dice "...Tenía un Fuego dentro de mí y
aunque quería apagarlo no podía" (Jr 20,7-9).
¡¡El Evangelio es el Fuego de Dios!!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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