Leemos está súplica de un salmista: " Combate Señor contra los que me atacan...ven en mi auxilio, di a mi alma: yo soy tu victoria" (l 35,1-3).
Es cierto, nuestra alma tiene ojos para ver a Dios, oídos para oírle... por eso grita el salmista: " Di " a mi alma... En los Salmos son frecuentes los gritos de almas doloridas: "Mi alma está desmoronada, desolada, casi a merced del mal...etc. Sin embargo, volvemos al salmista, nos consuela que El Señor nos diga: "No temas, yo soy tu victoria " Muy a fondo conoció María el cruel martirio de su alma que además le fue profetizado por Simeón: ¡Una espada te atravesará el alma!(Lc 2,35).
Con el alma traspasada por la espada del odio y el desprecio de Jerusalén contra el Mesías, Hijo de Dios y también suyo, caminó hasta el pie de la Cruz.
Todo el sufrimiento posible se dio cita en sus entrañas, cuando improvisamente resuena el grito victorioso de Jesús: Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu.! Así anunció su liberación de las manos de los pecadores (Mt 26,45).
Como a María, también Jesús, viéndonos al pie de nuestra cruz, nos asocia a su victoria. (2 Co 2,14)
P. Antonio Pavía
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