Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me
forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día
Jer
20, 7-9
.........Los días de la tiniebla y de la luz
Los días del desgarro y el reencuentro
La luz invasora de tu esperanza
Tu voz, como envuelta en paz.
La mirada hacia el cielo
Los ojos abiertos para acogerte
El alma, asomada a la ventana
y el cielo como único lugar donde habitar.
Así es el encuentro contigo
Siempre descrito en nuestra mente
pero siempre distinto en tu voluntad
Así es tu amor clavado en el alma
Luminoso, involuntario, expansivo, total.
Déjame terminar de escribir cuanto antes.
Para poder leerte despacio y escuchar tu voz en mi alma.
Eterna eternidad, Mi Padre.
A ti
levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
a ti que habitas en el cielo.
Salmo 122
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