- ¿Oye mamá cuando me
porto mal, Jesús se va de mi cuerpo? Sabes que Comulgué el Domingo pasado y ya
me he peleado hoy en el cole… ¡Le tiré otra vez de los pelos!
- ¡Que pregunta
nena! Para empezar eres un bicho de
cuidado… Pero te voy a decir algo: Cuando tú Comulgas, Jesús se hace presente
en tus virtudes de amor, comprensión y bondad para tu familia y compañeros. Pero
esa promesa de portarte bien, debe ser real; pues has de saber que el demonio
estará al acecho para que caigas en sus manos, porque llevas a Dios dentro y en
tu caso ¡bichejo! Para que dejes calva a tu compañera.
- Y ¿Entonces cuando
Jesús ve eso, se da a la fuga?
- ¡Pues no hija, no!
Faltaría más… Jesús no sale corriendo de tu corazón, sólo que si fueras más
lista, te darías cuenta de que cuando Comulgas, no lo haces pensando en tus
compañeros (el prójimo), sino en ti y tenías que confesarte para Comulga: pero no
pusiste seria atención al acto de contrición.
- Ya, es verdad, me
confieso y me repito como el ajo… ¿Pero se va a ir de mí?
- ¡Te he dicho que no,
pero eso de los pelos se ha terminado Manola!, ¡le vas a dejar pelona, hija mía! Además has de saber que de nada te
sirve una confesión así… Lo que consigues de Jesús es que ponga una cara de
vinagre…
- ¿?
- Pues sí hija sí, pero
no por Él, sino por ti. Él desea lo mejor para tu entrada en el cielo… Y tú
¡ancha es Castilla!, ¡a seguir tirando del pelo!
- Mamá, te prometo que
¡nunca más!, de verdad.
- A mí no hija, a tu
compañera. Jesús tenía sus “pelos contados” y ahora le faltan la mitad de los
que Él le había puesto… ¿Ves que has hecho ante Jesús?
- ¡Pufff! Pues tendrá que restárselos, pero con una
cara…
- Cuando confieses,
hazlo con verdadero arrepentimiento y si se meten contigo ¡Párate y recuerda!
Ya te he dicho que Jesús no se da a la fuga, se enfada por ti, pero siempre te
espera.
Eso lo preguntaba yo también
de pequeña. ¡Qué no diremos o haremos los adultos que llevamos más años que
Matusalén repitiéndonos como los pimientos! Y lo peor, la cara De Jesús, me la
imagino…
¡Anda, que si no fuera
por su sempiterna misericordia! Ya nos vale… No tenemos años para darle
continuamente las gracias.
Emma Díez Lobo
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