domingo, 17 de mayo de 2015

Son las doce





Regina coeli, laetare, alleluia:
quia quem meruisti portare, alleluia:
resurrexit, sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.
Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
Quia surrexit Dominus vere, alleluia
.

El sonido del carrillón parroquial, cuyas notas musicales entonan el Regina coeli, me invitan a acordarme de nuestra madre celestial.

Gracias, Madre, por tu fiat. ¡Nunca una sola palabra ha sido más provechosa para la humanidad! ¡Qué gran demostración de fe! ¡Por algo te eligió a ti para encarnarse! Te entregaste sin pestañear. No le pusiste reparos al emisario aún cuando quizá no lo tuvieras muy claro. ¡Qué gran muestra de fe!

Madre, ¿por qué me gusta rezarte esta oración más que otras? Claro que lo sabes, se reza en periodo pascual, la época cíclica más bonita de todas. ¡Resucitó!, significa que tu hijo nos ha entregado el pasaporte para el cielo, claro que antes tuvo que pasar por la cruz, no hay resurrección sin cruz. Tú, la corredentora.

¿Qué hubiera pasado si se te hubiera ocurrido no aceptar? ¿Tenía, Dios, previsto un plan B, como ahora se dice? ¡Para qué vamos a pensar en imponderables! El caso es que dijiste hágase y te convertiste en la ayuda en la que Dios, Nuestro Señor, quiso apoyarse para sacarnos de este valle de lágrimas a los desterrados hijos de Eva.

Perdóname, Madre mía, si algún día no tengo un recuerdo para ti. No me lo tomes a mal, ya sabes que soy muy poco dado a la efusividad; tengo esa forma de ser, soy muy frío, a veces he intentado averiguar tal circunstancia y no he llegado a una conclusión clara. No estés celosa, algunos días tampoco tenía un gesto cariñoso para mi madre biológica antes de morir o incluso ahora, que ya no está, puede que pase algún día sin recordarla y ello no indica que no la quisiera o que ahora la haya olvidado.


Otra cosa, Señora, sabes que no soy muy incondicional de la oración repetitiva. ¿Es que no te va a gustar o alegrar el que se sustituya por una meditación a modo de monólogo interior? Creo que al igual que a la madre terrenal le agrada que un hijo le hable de sus cuitas o alegrías, de sus nietos o simplemente mantenga una conversación tranquila con ella sin decirle a cada instante que la quiere, así te agradará que lo haga contigo. Perdona mi atrevimiento, pero es una forma de decir: gracias o te quiero.

Pedro José Martínez Caparrós

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