domingo, 26 de febrero de 2017

Nadie puede servir a dos señores



        Lo más corriente es que un trabajador se deba a una sola empresa o que un comercial represente los productos, igualmente, de una sola empresa sobre todos si estos son similares y mutuamente se hacen la competencia.

       En la vida espiritual ocurre lo mismo que en este ámbito terrenal, nadie puede servir a dos señores. No se trata de que Jesús quiera la exclusividad, ‒que se la merece‒ sino que los seres humanos somos tan débiles y perezosos que no somos capaces de entregarnos con la calidad suficiente a las cosas divinas y dejar en segundo plano lo material. Creo que Dios no quiere que todo el mundo abandone toda la vida terrenal y que se dedique en cuerpo y alma a la espiritual. Si Él nos ha puesto en un entorno maravillo de naturaleza, bienestar, familiares y amigos, etc. ¿cómo nos va a pedir, por otra parte, que rompamos con ese medio? Lo que nos quiere decir es que, a causa de esta nuestra flojedad, no nos dediquemos a lo más favorable para nuestra flaca naturaleza.

       Creo que lo que Él quiere es que seamos más diligentes e inteligentes y aprovechemos sus dones y maravillosos regalos para que por medio  de ellos y nuestro esfuerzo seamos capaces de tener una entrega  de más calidad al espíritu. Incluso en este caso deberíamos llevarle la contraria en lo de porque despreciará a uno y amará al otro. Pues no, Señor, te amaremos a Ti y no despreciaremos todo lo que nos has dado. Al contrario, nos valdremos de la gran riqueza de cosas maravillosas que nos has regalado: sol, agua, árboles, animales ‒incluidos los racionales‒, los progresos que nuestros semejantes nos han proporcionado gracias a una inteligencia donada por Ti, el bienestar, descanso, etc. para servirte mejor.

       No podéis servir a Dios y al dinero. Pues de nuevo te voy a llevar la contraria, Señor. Las riquezas nos van a servir para que sigas siendo nuestro Dios. Sirviéndonos de ellas y poniéndolas al servicio del prójimo; con mucha voluntad y seguramente yendo contra corriente; cayendo, pero levantándonos, vamos a poner de nuestra parte todo lo posible para que sigas siendo nuestro Dios a pesar de la riqueza. Riqueza que no necesariamente tiene que ser el dinero, sino nuestro afán desordenado de poder y dominio sobre los otros; nuestro excesivo gusto de aprovecharnos de las cosas de los demás, cuando no de ellos mismos; nuestro aprovechamiento del puesto más elevado que hemos conseguido; nuestra soberbia y afán de protagonismo y demás debilidades personales. Estas miserias humanas las convertiremos en opulencias para Ti.


Pedro José Martínez Caparrós

No hay comentarios:

Publicar un comentario