Lo
más corriente es que un trabajador se deba a una sola empresa o que un
comercial represente los productos, igualmente, de una sola empresa sobre todos
si estos son similares y mutuamente se hacen la competencia.
En
la vida espiritual ocurre lo mismo que en este ámbito terrenal, nadie puede servir a dos señores. No se
trata de que Jesús quiera la exclusividad, ‒que se la merece‒
sino que los seres humanos somos tan débiles y perezosos que no somos capaces
de entregarnos con la calidad suficiente a las cosas divinas y dejar en segundo
plano lo material. Creo que Dios no quiere que todo el mundo abandone toda la vida
terrenal y que se dedique en cuerpo y alma a la espiritual. Si Él nos ha puesto
en un entorno maravillo de naturaleza, bienestar, familiares y amigos, etc.
¿cómo nos va a pedir, por otra parte, que rompamos con ese medio? Lo que nos
quiere decir es que, a causa de esta nuestra flojedad, no nos dediquemos a lo
más favorable para nuestra flaca naturaleza.
Creo
que lo que Él quiere es que seamos más diligentes e inteligentes y aprovechemos
sus dones y maravillosos regalos para que por medio de ellos y nuestro esfuerzo seamos capaces de
tener una entrega de más calidad al
espíritu. Incluso en este caso deberíamos llevarle la contraria en lo de porque despreciará a uno y amará al otro.
Pues no, Señor, te amaremos a Ti y no despreciaremos todo lo que nos has dado. Al
contrario, nos valdremos de la gran riqueza de cosas maravillosas que nos has
regalado: sol, agua, árboles, animales ‒incluidos los
racionales‒, los progresos que nuestros semejantes nos han proporcionado
gracias a una inteligencia donada por Ti, el bienestar, descanso, etc. para
servirte mejor.
No
podéis servir a Dios y al dinero. Pues de nuevo te voy a llevar la contraria,
Señor. Las riquezas nos van a servir para que sigas siendo nuestro Dios.
Sirviéndonos de ellas y poniéndolas al servicio del prójimo; con mucha voluntad
y seguramente yendo contra corriente; cayendo, pero levantándonos, vamos a
poner de nuestra parte todo lo posible para que sigas siendo nuestro Dios a
pesar de la riqueza. Riqueza que no necesariamente tiene que ser el dinero,
sino nuestro afán desordenado de poder y dominio sobre los otros; nuestro
excesivo gusto de aprovecharnos de las cosas de los demás, cuando no de ellos
mismos; nuestro aprovechamiento del puesto más elevado que hemos conseguido;
nuestra soberbia y afán de protagonismo y demás debilidades personales. Estas
miserias humanas las convertiremos en opulencias para Ti.
Pedro José Martínez Caparrós
No hay comentarios:
Publicar un comentario