Fray Luís de León en su oda a la Vida Retirada llama sabios a aquellos que huyen del mundanal ruido:
¡Qué
descansada vida
La
del que huye del mundanal ruido
Y
sigue la escondida
Senda
por donde han ido
Los
pocos sabios que en el mundo han sido!
De vez en cuando es saludable aislarse
de la vorágine de vida que nos hemos impuesto o que las circunstancias nos
obligan, es saludable tomarse un descanso, y para ello nada mejor que aislarse
en algún recoveco en medio de la naturaleza.
Esto mismo necesitamos también para nuestra vida
espiritual. Hacer un alto en el camino de cada día, apartarnos un tiempo del
mundo laboral e incluso familiar. Creo que es lo que nos quiere decir Jesús en
la curación del ciego de Betsaida. Lo que pasa, con frecuencia, es que no
sabemos cómo desconectarnos, nos creemos imprescindibles y no somos capaces de
dejarlo todo durante unos pocos días para aislarnos en un centro a fin de hacer
unos ejercicios espirituales, por ejemplo. En este caso necesitamos de alguien
de nuestro entorno que nos dé un empujoncito. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase. Este ciego se dejó
acompañar de ese amigo y esta su buena predisposición junto con la ayuda dieron
sus frutos. Pero antes Jesús lo sacó de
la aldea. Quiso apartarlo del ruido material de su aldea, de su gente, de
sus obligaciones, de su vida cuotidiana y rutinaria y llevándolo de la mano le untó saliva en los ojos. Una vez decididos
y convencidos de que necesitamos ese recogimiento tenemos que dejarnos conducir
por el Maestro, nosotros solo tenemos que dejar hacer a Él, en aquel caso le untó saliva en los ojos y en el
nuestro son sus dones los que nos tienen que curar, en ese ambiente propicio
por el aislamiento solo tenemos que dejarnos impregnar por aquello que nos vaya diciendo. Pienso que aquella unción
con saliva es su mensaje, una forma de decirnos que Él es el que nos regala no
solo la vista sino toda la vida, que confiemos en Él, que nosotros no somos los
que conseguimos, sino que es fruto de su generosidad.
Así que busquemos el momento y ambiente para dejarnos
empapar de su gracia y perdón, vayamos a su encuentro para que al igual que le impuso las manos al ciego nos las
imponga a nosotros y veamos.
Pedro José Martínez Caparrós
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