cristo, luz del mundo, cura nuestras cegueras.
El
hombre necesita luz y ojos sanos para ver y caminar por el camino correcto. En
estos domingos pasados el énfasis de la palabra de Dios estaba en la necesidad
de conocer el don de Dios. Este domingo la palabra de Dios invita a reflexionar
sobre la acogida a la revelación de Jesús. El Hijo de Dios, su Palabra, se ha
hecho hombre para darnos a conocer al Padre, su amor y su designio salvador en
lenguaje humano. Pero la acogida es muy desigual: hay quien la acoge
plenamente, quien la acoge a medias y quienes la rechazan en distintas medidas.
La segunda lectura invita a todos a
despertar y acercarse a Cristo para ser iluminados por él; por su parte, el
Evangelio invita a asumir la postura del ciego de nacimiento, que reconoce su
situación y recupera la vista en el “baño del Enviado” (alusión al bautismo), y
a rechazar la actitud del fariseo, que realmente está espiritualmente ciego,
pero no lo reconoce y persevera en su ceguera sin recibir la luz de Cristo.
Realmente el hombre se abre o se cierra
a una enseñanza con un juicio que realiza la cabeza bajo en control del
corazón, que juega un papel determinante. Según los valores o antivalores que
dominen en el corazón, así reaccionará la inteligencia; cuando en el corazón
dominan valores acordes con el Evangelio, la razón asimilará la enseñanza de
Jesús en mayor o menor medida, cuando prevalecen antivalores evangélicos, la
mente rechazará la enseñanza.
Los evangelios recuerdan algunos de los
antivalores que determinan la postura farisea y que impiden aceptar la
revelación de Jesús. (Recuérdese que, cuando los evangelios hablan de los
fariseos, no piensan en aquellos hombres que se opusieron a Jesús, pues éstos
no leerían estas obras, sino a los fariseos de todos los tiempos, ya que el
fariseísmo es una deformación religiosa propia de toda religión que exige
compromiso) Algunos son generales, como no amar a Dios sino a sí mismos, no
buscar la gloria de Dios sino la propia (cf. Jn 5,37-38.41-43), no buscar
sinceramente la verdad ni la libertad (cf. Jn 8,31ss), otras son más concretas,
como el dogmatismo propio del que se cree poseedor de la verdad absoluta, que
identifican con su punto de vista (Mc 2,1-12), el puritanismo propio del que no
se reconoce pecador (Mc 2,17), el legalismo (Mc 2,23-3,5)…
Jesús
invita a los fariseos de todos los tiempos a reconocer su ceguera y ver para tener vida. La invitación se
extiende a todos los hombres de buena voluntad, incluso no creyentes, para que
con sinceridad se abran a la búsqueda de la verdad, pues llegar a la verdad es
el camino para aceptar la Verdad. Por ello Jesús reprendió a los discípulos que
querían impedir la actuación de los que “no eran de los nuestros”, pues todo el
que no esté contra nosotros, está con nosotros (Mc 9,39-40)
La Eucaristía exige una postura sincera,
pues es celebración de la entrega sincera que nos hace el Padre de Jesús.
D.
Antonio Rodríguez Carmona
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